Sobre las crisis de pareja

Generalmente, los primeros años de relación de una pareja están caracterizados por el enamoramiento, el ensimismamiento de uno en el otro, y por el perderse y explorarse mutuamente, hasta que surge la necesidad de ser dos seres diferentes, unidos en una relación. Aquí aparece el primer conflicto, la primera crisis.

Cuando una pareja tiene problemas en su relación y no logra solucionarlos sino que se van manteniendo en el tiempo, llega un momento en que empiezan a deteriorar la relación cada vez más, generando insatisfacción y pudiendo llegar a romperla. Es entonces cuando algunas parejas deciden acudir  a terapia.

Los motivos por los que una pareja decide acudir a terapia suelen ser diversos, como falta de comunicación, desacuerdos y discusiones frecuentes, problemas sexuales, domésticos o afectivos, celos,  insatisfacción con uno o varios aspectos de la relación, desilusión, frustración porque la relación no es como se esperaba o porque no cumple con las expectativas individuales previas, conflictos sobre la educación de los hijos, problemas económicos que afectan a la relación, infidelidades o dificultades en la gestión, expresión de las emociones…, etc.

Las crisis de pareja son necesarias para el crecimiento y la reactualización de la pareja. Son la oportunidad que nos brinda cada relación de crecer personalmente y de hacer más profunda e imperecedera la relación.

Sin embargo, generalmente, no se entienden los conflictos ni las crisis como algo positivo y creativo, como un paso adelante en el enriquecimiento de la relación, sino que son vividas como algo peligroso y desestabilizador, como el fin de la relación y en lugar de mantener el compromiso y luchar juntos para elaborar la crisis, los integrantes de la relación pelean entre sí, uno contra el otro.

Una vez desenmascarada la crisis comienza una escalada de agresividad. Las personas en conflicto pelean, discuten, se agreden verbalmente, se aíslan, se reconcilian… los distintos agentes de la agresividad entran en acción.

La intensidad de la agresividad, llevada a recriminaciones, insultos, proyecciones alcanza su punto máximo cuando el agresor del momento empieza a sentir miedo de haber llevado “demasiado lejos” su agresividad (verbal, física, psicológica). Entonces recula, se desensibiliza o se desvitaliza y pasa a actuar de cínico o de víctima. Ahora es el momento en el que el otro, frustrado durante el ataque, retoma la energía y es él/ella quien ataca. Desinflándose también cuando siente su propio miedo.

De la frustración al miedo y del miedo a la frustración, una y otra vez, con pequeños espacios para el reencuentro y la reconciliación que solamente alivian de un modo temporal una crisis que debería continuar y desplegarse plenamente en todo su esplendor. Todo se vuelve radicalmente o blanco o negro, y se intentan imponer los criterios. Pareciera como si la forma de resolver el conflicto fuera el sometimiento de uno al otro. De este modo habría un vencedor y un vencido. Pero, obviamente, ambos quieren ser los vencedores, y esto supone ganar al otro, someterlo, dominarlo. Ya no se busca un reencuentro con el otro, ya no parece importante la relación, son otros los parámetros que se buscan de un modo inconsciente.

En la mayoría de los casos, la persona no puede imaginarse por sí  sola (de ahí la importancia de acudir a terapia),  lo que se necesita hacer para recuperar el eje, ya que cualquier idea preconcebida sobre lo que se “debería hacer” carece de sentido puesto que “la solución creativa no es conocida por ninguno de los que pelean”.

Es necesario que la relación esté sólidamente cimentada en el apoyo (construida a través de la terapia) para poder encontrar las fuerzas y energía para llegar hasta el final. También es necesario compromiso y fe. La necesidad de expresar y la capacidad para el diálogo son imprescindibles.

Nada puede permanecer inmóvil o rígido. Lo que no sufre ninguna transformación o no existe o está muerto. Cualquier tipo de relación tiene que reactualizarse a través de las crisis y los conflictos.

Las dificultades en las crisis y el sufrimiento están causados por la falta de recursos y habilidades, (o bien debido a que éstos se han vuelto rígidos), para relacionarnos con intimidad en relaciones emocionales duraderas.

Las crisis tienen como fin desestructurar la relación para poder seguir disfrutando del presente y de la novedad. Se trata de descubrir y construir los nuevos significados. La novedad es nutritiva, es por ello que  las crisis y los conflictos son necesarios y positivos.

A menudo lo que nos ocurre es que no queremos o no sabemos mantener nuestros compromisos en tiempos de crisis. Tememos perder lo que tenemos, aunque en ese momento no nos valga de mucho, ya que si lo perdemos… entraríamos en el vacío.

Se trata de redescubrir al otro en el aquí y en el ahora, explorar y construir los nuevos significados, es volver a “emocionar” la relación, para que su paso por el tiempo vuelva a adquirir significado y sentido. Y esto no se hace acorralando al otro, ni luchando contra el otro para que sea quien yo creo que necesito sino “arriesgándose uno a sí mismo en una iniciativa (ajuste creativo) que podría cambiar la relación, que desenmascara y hace abierto y claro el conflicto. Esta iniciativa está centrada en uno mismo como agente transformador. Y es uno mismo quien se arriesga a la confrontación y al cambio.

A través de la terapia se crea el apoyo necesario para permitir que reorganicemos y reencaucemos nuestra energía y luchar juntos para elaborar la crisis y dar un paso más allá. Actualizar lo que hay de atrayente y de atractivo en nuestro compromiso actual.

Se realiza una evaluación de la situación (tanto en pareja, como de manera individual) para conocer cuáles son los problemas existentes y los objetivos que desean alcanzar con la terapia y determinar el tipo de intervención más apropiada.

Durante las sesiones terapéuticas,  la pareja inconscientemente reproduce con el terapeuta sus patrones neuróticos de relación; es por ello que una de las funciones de la terapia consiste en despetrificar estos patrones y  flexibilizar sus respuestas para que puedan darse los  ajustes creativos necesarios.

Reconciliarse o separarse solamente pueden decidirlo los integrantes de la pareja (ninguno de ellos, ni siquiera el terapeuta, sabe por adelantado la solución final), es algo que se da por si solo como resultado del final de la crisis. Descubrimos que la relación ya no tiene significado ni sentido, y la respuesta adecuada es acabar la relación, renunciar al compromiso y retirarse.

La terapia de pareja es la clave para poder solucionar lo que tanto nos afecta en el día a día, el amor. La pareja es el ‘terrorismo íntimo’ por excelencia, así que aprendamos a cuidarnos y a cuidarla para ir juntos más allá del horizonte.

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Contacto

¿A qué podría parecerse hacer terapia? Imagínatela como un viaje reparador...

Nuestra manera de entender el trabajo psicoterapéutico es ayudarte a resolver tu malestar para que puedas alcanzar lo antes posible el bienestar que necesitas, mejorando tu calidad de vida de forma duradera. Este es nuestro cometido, y la responsabilidad y compromiso que elegimos tener contigo.

Entendemos la psicoterapia como una experiencia transformadora capaz de cambiar la forma de verte a ti mismo y a los demás y de relacionarte con ellos.

Para que puedas entender mejor lo que para nosotros significa hacer un proceso terapéutico, nos gusta comparar nuestro proceso con un viaje que te lleva a vivir una experiencia emocional verdaderamente reparadora.

El primer paso de nuestro particular viaje es hacer una evaluación. No pretendemos encasillarte en un determinado cuadro patológico, sino organizar la información que nos proporcionas para poder establecer el foco adecuado y las metas terapéuticas. El segundo paso del viaje es diseñar una buena planificación, saber dónde vamos y cómo llegar sin rodeos a nuestro destino. El tercer paso es la intervención terapéutica.

Antes de embarcarnos en lo que es un viaje difícil o complejo, para sentirnos más seguros y con la menor tensión posible y conseguir llegar a nuestro verdadero destino, es conveniente planificar y preparar adecuadamente todo lo necesario para acometer con éxito nuestro viaje:

  • Sabemos dónde queremos ir y por qué necesitamos hacer el viaje.
  • Determinamos si el viaje es completamente realista, teniendo en cuenta el tiempo, la energía y los recursos que disponemos, así como el nivel de riesgo.
  • Disponemos de un buen mapa de carreteras: nuestro tratamiento terapéutico.
  • Hacemos un balance de los puntos fuertes y débiles (tanto de los nuestros como psicoterapeutas como de los tuyos como cliente). Identificamos los aspectos problemáticos y los recursos potenciales con los que contamos para apoyarnos en ellos durante el viaje.
  • El trabajo de un guía es, entre otras cosas, conocer a la perfección todo lo relativo al viaje. Por eso, como guías, tenemos conocimientos específicos sobre viajar (especialmente somos expertos en cómo movernos por territorios poco conocidos o peligrosos). Nuestra profesionalidad y credibilidad como guías de viaje está asegurada.
  • Nos preparamos para todas las sorpresas y posibles incidencias que nos pudiéramos encontrar por el camino: como controles de carretera, desvíos y peligros (sabiendo de antemano cómo responder a todos ellos).
  • Nos preocupamos de disponer de todo lo que emocionalmente hace falta para resultar unos buenos compañeros de viaje, sin juzgarte, ni criticarte ni aconsejarte: haciéndote sentir seguro, comprendido, tranquilo, confiado, estimulado y en todo momento apoyado para que puedas aprovechar y nutrirte del viaje lo máximo posible.
  • Establecemos el ritmo necesario que es el adecuado para este viaje concreto.
  • Es más probable que no nos perdamos y que el viaje tenga éxito cuando se va acompañado de un guía experto en el territorio. No obstante, en el supuesto caso de que nos perdiéramos, sabemos lo qué debemos hacer exactamente.
  • El guía (psicoterapeuta) desempeñará un rol activo para evitar la dispersión y para mantenerse dentro de los límites del foco terapéutico que nos asegurará la llegada a nuestro destino.
  • Sabemos cuándo hemos llegado al destino o cuándo hemos hecho un recorrido “suficiente” para ti (teniendo en cuenta tus deseos de hasta dónde quieres llegar exactamente, evitando hacer un viaje terapéutico largo y profundo si no es eso lo que verdaderamente deseas).
Algunos viajes suponen descubrir un nuevo mundo interno y externo

Al finalizar el viaje, a través de ese vínculo sagrado de confianza y seguridad que hemos creado entre nosotros, habrás aprendido a identificar, legitimar, regular y manejar tus emociones, pensamientos y conductas de una manera más sana y beneficiosa para ti y para tus relaciones.

Este tipo de viaje, con este guía en concreto, te habrá proporcionado una mirada interior, un verdadero autoconocimiento, te habrá provocado reflexión y facilitado el cambio y la transformación interior. Te habrás llevado valiosas experiencias, herramientas y nuevos recursos perdurables en el tiempo que te preparan para afrontar las situaciones complejas que puedan darse en cualquier otro reto que decidas acometer a partir de ahora, solo o en compañía de otros viajeros. Sin darte cuenta, tú mismo, te habrás convertido en un gran guía.

La buena psicoterapia, como los buenos viajes, te transforma por dentro y se nota por fuera

Puede ayudarte a despejar tus dudas sobre si la terapia es para ti o no, conocer cuáles son las problemáticas más frecuentes que trabajamos diariamente en la consulta.

En nuestras sesiones de terapia vas a encontrar solución a tus problemas:

  • Cuando tienes un problema y no puedes parar de darle vueltas en tu cabeza y está interfiriendo en tu vida cotidiana.
  • Cuando te cuesta expresar lo que sientes y sólo lo racional te hace sentirte cómodo.
  • Cuando te sientes desbordado por tus emociones.
  • Cuando evitas todo lo que puedes los conflictos y prefieres ceder tú ante los demás.
  • Cuando te sientes insatisfecho y tienes la sensación de que te falta algo esencial para ti.
  • Cuando sufres con tus relaciones ya sean familiares, laborales, amorosas, sociales.
  • Cuando no consigues controlar tus impulsos.
  • Cuando te sientes aislado, criticado o rechazado por los demás. Cuando te sientes víctima.
  • Cuando sientes que “tú no puedes” y recurres a “depender compulsivamente” de otros.
  • Cuando te sientes inseguro, cuando te exiges demasiado o cuando no te gusta cómo eres realmente y tu autoestima se ve mermada.
  • Cuando te sientes confuso y te cuesta muchísimo tomar decisiones.
  • Cuando quieres aprender a resolver mejor tus conflictos internos y externos.
  • Cuando te cuesta decir no y sientes temor a que los demás se enfaden o te rechacen.
  • Cuando deseas aprender habilidades para relacionarte mejor con los demás porque te cuesta crear, mantener, posicionarte o romper relaciones.
  • Cuando has estado deprimido, ansioso, inseguro, bloqueado o enojado desde hace tiempo y ya no quieres seguir así más tiempo.
  • Cuando tienes problemas laborales, te sientes desmotivado, incapaz o sufres acoso laboral
  • Cuando lamentablemente padeces una enfermedad que interfiere en tu bienestar.
  • Cuando no te sientes bien contigo mismo porque ocupa demasiado espacio en tu vida la tristeza, el estrés, la ansiedad, el miedo, la preocupación o la vergüenza.
  • Cuando tu pasado te atormenta y tu futuro te asusta y te impide disfrutar del presente.
  • Cuando has perdido la ilusión por la vida y te cuesta disfrutar de las cosas.
  • Cuando atraviesas problemas puntuales como la pérdida de un trabajo, la crianza o la partida de los hijos. Cuando te enfrentas a una pérdida por la muerte de un ser querido. Cuando te encuentras en una situación de crisis vital. Cuando deseas perder peso y no lo consigues por ti mismo. Cuando te sientes abrumado por un nuevo empleo. Cuando te agobian en exceso las responsabilidades…

¿Te identificas con alguna de esas situaciones? Si es así, ya NO tienes que afrontarlo tú solo.

Si te acompaña un sentimiento de malestar o insatisfacción prolongado y resta tu calidad de vida, es el momento de plantearte que la terapia es para ti.

No olvides que, como tú, todos nosotros nos hemos encontrado en un momento dado en una situación difícil en nuestra vida, y hemos necesitado recibir asesoramiento de un experto que nos ayudó a mitigar nuestro dolor, a recuperarnos y a conseguir lo que verdaderamente necesitábamos.

Da igual si eres hombre o mujer, no importa tu edad, ni a qué te dedicas en la vida, tampoco importa si tienes más o menos dinero ni más o menos estudios. La buena noticia es que cualquier persona puede beneficiarse de la terapia.

Como regla general, cuanto más tiempo duran los síntomas más se agravan los problemas y más cuesta erradicarlos. Cuanto más interfieran en tu vida diaria, más necesitarás recurrir a un tratamiento profesional.

La terapia te proporciona un gran alivio para tu malestar o sufrimiento.

Propone soluciones para todo aquello que te resulta inquietante, agotador, aterrador, espantoso…

Supone una transformación inimaginable.

¿Tienes dudas o temores ante hacer terapia?

En la actualidad, cada vez más personas van a terapia y la psicología está ya en boca de todos. Hacer terapia resulta algo de lo más natural. Afortunadamente ya no se asocia con tener problemas mentales, sino con reconocer que a veces carecemos de herramientas suficientes para afrontar situaciones difíciles que todos vivimos.

Las grandes personas como tú, también necesitan sentirse apoyadas
A la hora de iniciar una terapia, te pueden surgir dudas como estas:
  • ¿Tiene solución lo que a mí me pasa?
  • ¿Es terapia lo que yo necesito?
  • ¿Voy a perder mi tiempo y mi dinero?
  • ¿Me van a cambiar mi personalidad?
  • ¿Creerán que estoy peor de lo que estoy?
  • ¿Voy a descubrir cosas que no sé si quiero saber?
  • ¿Acertaré con el terapeuta?
  • ¿Qué pensará el terapeuta de mí?
  • ¿Se enterará alguien de lo que cuento o será totalmente confidencial?
  • ¿Y mi familia y amistades, qué les voy a decir?
  • ¿Pensarán que estoy peor porque voy a terapia?
  • ¿Me juzgarán?

Seguro que alguna de estas dudas o parecidas te surgen. Puedes resolverlas en nuestras preguntas frecuentes.

En ocasiones, hay algunas personas a las que acudir a la primera sesión de terapia les supone cierta vergüenza. Puedes creer que lo estás haciendo mal. Te puede entrar miedo o temor a ser juzgado. A que te consideren más débil o incluso loco…

Puedes cuestionarte si “otros son más capaces que tú”. Incluso puedes llegar a pensar que eres un “desastre” o que has “fallado” como madre, padre, hijo, amigo, esposo, profesional… por no haberlo podido solucionar por ti mismo.

De la misma forma que no sientes que has fallado cuando no puedes reparar por ti mismo el coche, hacer terapia tampoco significa que hayas fallado. ¡Nada más lejos de la realidad! Es justo lo contrario: Las personas más fuertes y valientes se forjan a base de enfrentar retos.

Es completamente lógico y normal que sientas nervios, y que al principio te cueste un poco, tomar la decisión de iniciar un proceso de terapia. Nos pasa a todos.

Implica ponerte en manos de un desconocido y revelarle tus asuntos íntimos.

Es una experiencia totalmente nueva que te puede conectar con tu vulnerabilidad, con una sensación de vergüenza y cierta minusvalía, conectarte con tus miedos, carencias e inseguridades.

A todos nos asusta mirar dentro de nosotros mismos, por eso tendemos a minimizar la gravedad de nuestros problemas.

Tener el coraje de aceptar que necesitas ayuda es una señal de fortaleza y de inteligencia.

Involucrarte en una terapia demuestra que eres muchísimo más valiente, capaz y valioso de lo que tú crees aunque ahora no te sientas así. Y precisamente esto es una de las cosas que vas a poder averiguar y sentir en el proceso terapéutico.

Las personas que acudís a terapia sois mucho más valientes, nobles y responsables.

Eres valiente por decidirte a venir, por atreverte a revelar tus asuntos íntimos, a descubrir lo que verdaderamente te sucede, por aceptar tus limitaciones, por reconocer tus carencias, por invertir tu tiempo y dinero para conseguir aquello que necesitas, por querer crecer y evolucionar, por hacer frente a tus problemas, por responsabilizarte en buscar soluciones eficaces, por no “echar balones fuera”, engañarte o culpar a los demás de tu malestar.

Una excelente manera de abordar tus temores  es contarnos lo que te preocupa

Tener el arrojo de superar esa ansiedad inicial puede brindarte una sensación de alivio, coraje y optimismo.

Pedir ayuda es el primer paso en el proceso para que puedas sentirte mejor.

Vale la pena porque cualquier persona puede beneficiarse de un proceso terapéutico. Si en algún momento tu calidad de vida no es la que deseas, no cabe duda de que la psicoterapia puede ayudarte enormemente.