Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud, 264 millones de personas en el mundo sufren ansiedad, lo que supone un 3,6% de la población global. Nunca antes había habido una incidencia tan elevada de este trastorno. De hecho, esta misma organización señala que, entre 1990 y 2013, las personas con ansiedad o depresión aumentaron cerca del 50% en todo el mundo.
Cerca de 2 millones de personas en España sufren ansiedad (un 4,1% de la población). En nuestro país, concretamente, este trastorno nos ha convertido en líderes absolutos del consumo de ansiolíticos y, de acuerdo con las últimas encuestas, la ansiedad es el problema mental más citado por los españoles.
¿Te cuesta concentrarte?
¿Te asustas con facilidad últimamente?
¿Has intentado relajarte pero te resulta imposible?
¿Tienes problemas para conciliar el sueño o te despiertas con frecuencia durante la noche?
¿Te sientes permanentemente preocupado por algo que te inquieta y piensas que no te puedes librar de ello?
Todos hemos experimentado a veces ansiedad o miedo. La ansiedad NO es una enfermedad. Es una respuesta defensiva de nuestro organismo ante lo que percibe como un peligro o una amenaza para su integridad, ya sea física o mental.
Cuando nos encontrarnos frente a situaciones potencialmente amenazantes, en las que se espera una respuesta que nosotros mismos no vemos alcanzable, el cuerpo reacciona entrando en estado de alarma. Se trata de una respuesta del organismo completamente normal ante lo que percibe como una amenaza para su integridad física o mental. Si no tuviéramos esta respuesta de ansiedad ante situaciones amenazantes el riesgo de sufrir un problema sería mayor. Se trata, por tanto de una respuesta necesaria.
En condiciones normales, la respuesta defensiva es adaptativa, es decir un mecanismo de adaptación natural, que te permite estar alerta y reaccionar ante ciertos sucesos estresantes que pueden suponer un riesgo para ti. Una vez que este estado de peligro finaliza, tu ansiedad desaparece. Es lo que denominamos ansiedad adaptativa.
Ahora bien, cuando la respuesta de ansiedad se activa en situaciones en las que no existe un peligro real o la intensidad de la respuesta es desproporcionada al peligro, o bien su duración traspasa los límites de la adaptación, hablamos de un problema o trastorno de ansiedad. Cuando la ansiedad llega a interferir en tu día a día, provocándote malestares significativos y dificultando tu funcionamiento normal diario es cuando sufres de lo que denominamos ansiedad patológica.
La ansiedad es una manifestación esencialmente afectiva.
Se trata de una vivencia, de un estado subjetivo o de una experiencia interior.
Es un estado que te provoca una extrema inseguridad.
La ansiedad es una vivencia de inquietud y desasosiego en la que “se anticipa lo peor”, es por ello que se produce una incapacidad para frenar tanto el impulso en sí mismo como el pensamiento del que se acompaña.
Mientras que el miedo es una respuesta emocional que se presenta ante una amenaza concreta, determinada que puede ser real o imaginaria, la ansiedad es una vivencia de temor ante algo inconcreto, indefinido. Es activada por un estímulo más difuso, menos claro, ya que es una respuesta anticipatoria ante una amenaza futura. Sin embargo, tanto el miedo como la ansiedad activan una respuesta de lucha o huida, nos preparan para la acción y, en ciertos momentos, incluso resultan necesarios.
Tanto el miedo como la ansiedad se vivencian con la impresión interior de indefensión, de angustia, inquietud. Pero mientras que en el miedo, esto se produce “por algo” en la ansiedad se produce “por nada”, de ahí que podamos decir, que el miedo es un temor con objeto, mientras que la ansiedad es un temor impreciso carente de objeto exterior.
Es por este estado “subjetivo”, por ese miedo “por nada”, por lo que la terapia se basa en la idea de que la depresión y la ansiedad, son consecuencia de pensamientos negativos distorsionados en el aquí y en el ahora. Digamos que la ansiedad es un malentendido mental temporal. Por eso reflexionar en terapia sobre lo que te provoca la ansiedad te ayuda a superarla.
Con la ansiedad entras en un círculo vicioso: tus pensamientos negativos se convierten en preocupaciones, y tus preocupaciones se convierten en pensamientos. Los pensamientos “rumiantes”, o darle demasiadas vueltas a las cosas negativas, son muy perjudiciales y uno de los principales signos de ansiedad y depresión.
Lo mejor que puedes hacer si te obsesionas demasiado con los aspectos negativos de tu vida es ponerte en manos de un psicoterapeuta. “Las emociones que sufres son reales”, “no es que tu cabeza se las invente”.
Un síntoma es la forma que tiene tu cuerpo para gritar que algo no va bien.
Los síntomas de la ansiedad difieren de las sensaciones que experimentamos cuando estamos nerviosos o inquietos porque son desproporcionados y no se ajustan a la intensidad del estímulo que los provoca. Se trata de reacciones que escapan a tu control y que tienen un carácter repetitivo, llegando a provocarte un gran malestar e interfiriendo negativamente en tu vida.
Al abordar el tema de la ansiedad hay que decir que su sintomatología es muy variada. Una persona puede presentar unos síntomas muy diferentes a los tuyos, ya que esto depende de la vulnerabilidad, predisposición genética y psicológica y de tus experiencias vitales.
Si tienes recurrentemente algunos de los siguientes síntomas, es necesario que busques ayuda:
Si eres como la mayoría de las personas que sufren de ansiedad, probablemente reconocerás que tu miedo es “irracional”, pero que no puedes evitar sentirte de ese modo. Esto te ocurre porque el miedo y la ansiedad son emociones, y no están producidas por tu mente racional, sino por tu subconsciente. Esas sensaciones se originan en la parte más antigua del cerebro y escapan al control de la corteza prefrontal (neocórtex o cerebro racional).
Lo que nos diferencia de la mayoría de los tratamientos psicológicos para la ansiedad es que estamos convencidos de que para que el tratamiento sea realmente efectivo debe abordar los factores inconscientes y el trabajo a nivel emocional, así logramos ir a la raíz de la ansiedad y resolver definitivamente el problema.
En nuestra terapia trazamos un diseño terapéutico triple, aunque en proporciones distintas según el trastorno de ansiedad, las circunstancias que te rodean, los factores desencadenantes y si es la primera vez que aparece la ansiedad o has sufrido ya más crisis en otros momentos.
Abarcamos tres tipos de medidas:
Ten en cuenta que el uso exclusivo de fármacos, trata únicamente el síntoma. Si no abordamos los factores que verdaderamente causan y mantienen tu ansiedad, ésta reaparece con la retirada de la medicación.
En el tratamiento de la ansiedad, como en la mayoría de los problemas psicológicos y emocionales, es importante que distingas los síntomas de los factores que los originan y mantienen.
Imagínate un iceberg. La parte superior y visible es el conjunto de síntomas, pero la parte no visible está formada por los factores biológicos, emocionales, mentales, sociales que son los que verdaderamente originan, disparan y provocan tu ansiedad. Por eso es importante hacer psicoterapia, ya que es la forma más efectiva de abordar los factores que están ocultos, causantes del trastorno de ansiedad.
Nos interesa abordar el problema en su totalidad y generar los recursos necesarios para mantener los logros obtenidos y prevenir recaídas futuras:
Aplicamos técnicas innovadoras y más eficientes
que mejoran los resultados
y reducen el tiempo de duración del tratamiento
Los problemas no tratados suelen continuar y empeorar, y pueden generarte nuevos problemas. Por ejemplo, una persona que tiene ataques de pánico puede comenzar a beber más alcohol de la cuenta, con la esperanza equivocada de que éste la ayudará a aliviar su dolor emocional. Las consecuencias de no recibir el tratamiento que necesitas pueden ser peligrosas.
Siempre es mejor buscar ayuda profesional al inicio de la problemática que esperar a que las dificultades sean demasiado graves.
Te ahorras dinero, tiempo y sobre todo sufrimiento innecesario
En los casos más graves, en los que además del tratamiento terapéutico sea preciso recurrir a la medicación, ponemos a tu disposición un servicio de psiquiatría que se encarga de recetarte la medicación más apropiada para aliviar tu sintomatología y de llevar regularmente un control para ajustar la dosis de forma óptima.
Recuperar tu equilibrio y bienestar es fácil
si cuentas con el apoyo psicológico adecuado
Con nuestro tratamiento para superar la ansiedad logras:
Cuando los síntomas de la ansiedad se agravan, derivan en distintos trastornos. La mayoría de ellos se agrupan en torno a un temor, miedo o ansiedad excesivos:
Los trastornos de la ansiedad se experimentan esencialmente en la manera de elaborar las ideas y los recuerdos, por ello son estados subjetivos de tensión que se producen como consecuencia de errores o deficiencias en la acumulación y procesamiento de la información.
Cuando sufres de ansiedad eres más propenso a desarrollar un cuadro depresivo. Depresión y ansiedad van de la mano. De hecho, se estima que aproximadamente el 58% de quienes sufren depresión, presentan un trastorno de ansiedad.
Los problemas de índole sexual también son comunes, sobre todo la disminución de la libido, así como la tendencia a refugiarte en la comida o a recurrir a sustancias como el alcohol y las drogas como válvula de escape.
También que la ansiedad tiene un componente hereditario ya que las personas que tienen algún familiar que padece ansiedad, tienen un 38% más de probabilidades de desarrollar este trastorno.
Veamos algunos de estos trastornos con más detalle.
Es uno de los problemas más habituales generados por la ansiedad.
Se caracteriza por sufrir durante un periodo de tiempo prolongado de al menos 3 a 6 meses una ansiedad elevada.
La característica principal en este trastorno es la manifestación de ansiedad y preocupación excesivas sobre una amplia gama de acontecimientos, abarcando el área laboral, escolar, familiar, personal, o las actividades diarias, incluso cuando hay pocas o ninguna razón para preocuparse. Entras en un constante estado de alerta ante algo negativo que pueda suceder, lo que se traduce en una permanente sensación de desasosiego e inquietud difícil de controlar que te causa un notable malestar junto con alteraciones psicosomáticas y acaba por deteriorar tu calidad de vida.
El trastorno de ansiedad generalizada tiene síntomas similares a los del trastorno de pánico, el trastorno obsesivo compulsivo y otros tipos de ansiedad, pero todos son trastornos diferentes.
Las crisis de pánico o crisis de angustia, son episodios de ansiedad aguda, con miedo o malestar intenso, acompañados de síntomas físicos y mentales que suelen aparecer bruscamente y alcanzar su máxima expresión en los primeros 10 minutos.
A veces, cuando experimentas una crisis, sientes preocupación y temor a experimentar nuevas crisis o a las sensaciones internas relacionadas con ellas. Cuando ese temor es lo suficientemente fuerte para provocarte emociones y comportamientos contraproducentes, o que alteren tus actividades diarias, se considera que sufres un trastorno de pánico.
En el trastorno de pánico se dan crisis de pánico repetidas, algunas de las cuales son inesperadas y no son debidas a sustancias, fármacos, a una enfermedad médica o a otro trastorno mental. Un trastorno de pánico que no recibe tratamiento adecuado suele evolucionar, viéndose complicado con otro trastorno llamado agorafobia.
La agorafobia consiste en que aparece la ansiedad cuando te encuentras en lugares o situaciones donde escapar puede resultarte difícil o desconcertante o donde, en el caso de aparecer una crisis de pánico o las sensaciones internas temidas, puedes no disponer de ayuda. Puede presentarse con ataques de ansiedad o sin ellos.
Lo que te ocurre con la agorafobia es que sientes un gran temor en situaciones típicas como permanecer solo fuera de casa, estar en aglomeraciones, hacer cola, viajar en avión, en autobús, en tren, o automóvil. Y lo que haces es tratar de evitar por todos los medios estas situaciones. Resistes a costa de sufrir una gran ansiedad, o bien se hace indispensable para ti ir acompañado de una persona conocida para poder soportarlo.
En muchos casos, tener agorafobia se acaba convirtiendo en un estilo de vida insano. Acabas por resignarte a tu miedo, convirtiéndolo en el centro de tu vida, alrededor del cual gira todo tu mundo.
Con la fobia social experimentas temor o miedo, de forma intensa y persistente, a las situaciones sociales, o bien, a las actuaciones en público, por temor a la evaluación de los demás o a mostrar síntomas de ansiedad que resulten vergonzosos o humillantes. Este miedo se puede manifestar en una amplia variedad de situaciones sociales, como al iniciar o mantener conversaciones, participar en pequeños grupos, entrar en lugares donde hay gente sentada, tener citas, asistir a fiestas, hablar con extraños, participar en reuniones, hablar con personas que tienen autoridad…
Lo que te ocurre es que tienes una preocupación constante y esto provoca una respuesta inmediata de ansiedad sobre todo cuando te encuentras en sociedad o en actos públicos que son los que más temes.
La ansiedad que sufres hace que te sientas más vulnerable e inseguro y transforma los actos sociales en algo cada vez más temido y más desagradable, disminuyendo a su vez tu autoestima y seguridad.
Cuando estas circunstancias se mantienen en el tiempo, provocan que evites todo contacto social, empeorando lentamente tu calidad de vida y generando depresión secundaria.
Es importante distinguir la fobia social de la timidez. La timidez es un rasgo de personalidad común y no constituye ningún trastorno ni patología.
Cuando padeces este trastorno te preocupas en exceso ante la posible existencia de una enfermedad porque malinterpretas síntomas físicos insignificantes o funciones corporales normales. La inquietud por la idea de padecer una enfermedad te provoca un gran malestar y angustia. Generalmente no existe ninguna relación fisiológica entre el estado de tu salud y los síntomas de ansiedad. Los múltiples síntomas no pueden explicarse completamente por la presencia de alguna enfermedad conocida o los efectos de una sustancia.
Es posible que te auto-examines en repetidas ocasiones. Por ejemplo, comprobando tu pulso, incluso varias veces al día, para ver si tu ritmo cardíaco es regular. Te asustas fácilmente por nuevas sensaciones corporales. Algunas personas buscáis atención médica con frecuencia mientras que otras os sentís demasiado angustiadas para buscarla.
Lo que es seguro es que la enfermedad ocupa un lugar central en tu vida y monopoliza tu conversación con los demás. A menudo investigas ampliamente el trastorno que piensas que puedes sufrir. Te alarmas fácilmente por la presencia de una enfermedad, incluso cuando son otros los que están enfermos.
Buscas repetidamente que sus familiares, amigos y médicos te tranquilicen. Tiendes a evitar situaciones que podrían provocarte más estrés como por ejemplo visitar a familiares enfermos. También puedes evitar actividades que temes que puedan poner en peligro tu salud como hacer ejercicio físico. Como resultado, puedes deteriorar tus relaciones personales y que se vea alterado tu desempeño laboral.
El trastorno de ansiedad por enfermedad tiende a ser crónico.
En la fobia simple existen determinadas situaciones específicas que te provocan un intenso miedo o una respuesta de ansiedad inmediata.
En estos casos sientes un temor intenso y persistente hacia objetos o situaciones concretas. Aunque reconoces que este miedo es irracional y excesivo, en la mayoría de las ocasiones evitas situaciones como: conducir, viajar en avión, hablar en público, ir al dentista, las inyecciones, los espacios cerrados, los ascensores, animales inofensivos, fobia a la sangre, claustrofobia, etc.
El problema es que cuanto más evitas estas situaciones, más grande se hace tu miedo o temor. Esta evitación te puede provocar un malestar o sufrimiento muy evidente y también grandes limitaciones e interferir de forma significativa en las actividades cotidianas de tu vida, en tus relaciones personales, familiares, laborales y sociales.
Cuando estás ansioso, tu pensamiento es inútil, improductivo, insano.
Sin embargo, cuando superas la ansiedad, tu pensamiento es sano, maduro, constructivo. No adelanta conclusiones, sino que espera a que los hechos se produzcan. Es capaz de ver los matices, es relativo, no emite juicios de valor, sabe esperar; utilizar términos que permiten cierta reconciliación.
La duración de un ataque de ansiedad es variable según la persona y el manejo que haga de los síntomas.
Una vez que aparecen los primeros indicadores de la crisis, la mayor intensidad de los síntomas se alcanza en los 10 o 15 minutos posteriores. A partir de ese momento van decreciendo y aproximadamente en una hora la crisis de ansiedad ha remitido.
Para que puedas manejar mejor tu ansiedad te proponemos:
Identificar los disparadores automáticos de tu ansiedad. Es preciso encontrar las verdaderas claves de tu ansiedad para poder superarla. No es fácil, no te desanimes si no logras encontrarlas por ti mismo.
Aceptar que a veces te vas a encontrarte más nervioso que otras personas en determinadas circunstancias de tu vida. Poder reconocer esto y no auto-exigirte puede aliviarte reduciendo tu ansiedad.
Hacer deporte regularmente. La práctica de ejercicio moderado de manera constante ayuda a mantener bajos los niveles de adrenalina lo que incide favorablemente en la reducción de tu ansiedad.
Disminuir o evitar el consumo de sustancias excitantes. Café, cacao y colas contienen cafeína. Algunas crisis de ansiedad se producen por el consumo excesivo de este tipo de sustancias.
Controlar y cuidar tu alimentación. Determinados alimentos pueden activar la producción de neurotransmisores como la serotonina, que estimulan la relajación y la sensación de bienestar, mientras que otros alimentos agudizan los síntomas de la ansiedad.
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Nuestra manera de entender el trabajo psicoterapéutico es ayudarte a resolver tu malestar para que puedas alcanzar lo antes posible el bienestar que necesitas, mejorando tu calidad de vida de forma duradera. Este es nuestro cometido, y la responsabilidad y compromiso que elegimos tener contigo.
Entendemos la psicoterapia como una experiencia transformadora capaz de cambiar la forma de verte a ti mismo y a los demás y de relacionarte con ellos.
Para que puedas entender mejor lo que para nosotros significa hacer un proceso terapéutico, nos gusta comparar nuestro proceso con un viaje que te lleva a vivir una experiencia emocional verdaderamente reparadora.
El primer paso de nuestro particular viaje es hacer una evaluación. No pretendemos encasillarte en un determinado cuadro patológico, sino organizar la información que nos proporcionas para poder establecer el foco adecuado y las metas terapéuticas. El segundo paso del viaje es diseñar una buena planificación, saber dónde vamos y cómo llegar sin rodeos a nuestro destino. El tercer paso es la intervención terapéutica.
Antes de embarcarnos en lo que es un viaje difícil o complejo, para sentirnos más seguros y con la menor tensión posible y conseguir llegar a nuestro verdadero destino, es conveniente planificar y preparar adecuadamente todo lo necesario para acometer con éxito nuestro viaje:
Al finalizar el viaje, a través de ese vínculo sagrado de confianza y seguridad que hemos creado entre nosotros, habrás aprendido a identificar, legitimar, regular y manejar tus emociones, pensamientos y conductas de una manera más sana y beneficiosa para ti y para tus relaciones.
Este tipo de viaje, con este guía en concreto, te habrá proporcionado una mirada interior, un verdadero autoconocimiento, te habrá provocado reflexión y facilitado el cambio y la transformación interior. Te habrás llevado valiosas experiencias, herramientas y nuevos recursos perdurables en el tiempo que te preparan para afrontar las situaciones complejas que puedan darse en cualquier otro reto que decidas acometer a partir de ahora, solo o en compañía de otros viajeros. Sin darte cuenta, tú mismo, te habrás convertido en un gran guía.
Puede ayudarte a despejar tus dudas sobre si la terapia es para ti o no, conocer cuáles son las problemáticas más frecuentes que trabajamos diariamente en la consulta.
En nuestras sesiones de terapia vas a encontrar solución a tus problemas:
¿Te identificas con alguna de esas situaciones? Si es así, ya NO tienes que afrontarlo tú solo.
No olvides que, como tú, todos nosotros nos hemos encontrado en un momento dado en una situación difícil en nuestra vida, y hemos necesitado recibir asesoramiento de un experto que nos ayudó a mitigar nuestro dolor, a recuperarnos y a conseguir lo que verdaderamente necesitábamos.
Da igual si eres hombre o mujer, no importa tu edad, ni a qué te dedicas en la vida, tampoco importa si tienes más o menos dinero ni más o menos estudios. La buena noticia es que cualquier persona puede beneficiarse de la terapia.
Como regla general, cuanto más tiempo duran los síntomas más se agravan los problemas y más cuesta erradicarlos. Cuanto más interfieran en tu vida diaria, más necesitarás recurrir a un tratamiento profesional.
En la actualidad, cada vez más personas van a terapia y la psicología está ya en boca de todos. Hacer terapia resulta algo de lo más natural. Afortunadamente ya no se asocia con tener problemas mentales, sino con reconocer que a veces carecemos de herramientas suficientes para afrontar situaciones difíciles que todos vivimos.
Seguro que alguna de estas dudas o parecidas te surgen. Puedes resolverlas en nuestras preguntas frecuentes.
En ocasiones, hay algunas personas a las que acudir a la primera sesión de terapia les supone cierta vergüenza. Puedes creer que lo estás haciendo mal. Te puede entrar miedo o temor a ser juzgado. A que te consideren más débil o incluso loco…
Puedes cuestionarte si “otros son más capaces que tú”. Incluso puedes llegar a pensar que eres un “desastre” o que has “fallado” como madre, padre, hijo, amigo, esposo, profesional… por no haberlo podido solucionar por ti mismo.
De la misma forma que no sientes que has fallado cuando no puedes reparar por ti mismo el coche, hacer terapia tampoco significa que hayas fallado. ¡Nada más lejos de la realidad! Es justo lo contrario: Las personas más fuertes y valientes se forjan a base de enfrentar retos.
Es completamente lógico y normal que sientas nervios, y que al principio te cueste un poco, tomar la decisión de iniciar un proceso de terapia. Nos pasa a todos.
Implica ponerte en manos de un desconocido y revelarle tus asuntos íntimos.
Tener el coraje de aceptar que necesitas ayuda es una señal de fortaleza y de inteligencia.
Involucrarte en una terapia demuestra que eres muchísimo más valiente, capaz y valioso de lo que tú crees aunque ahora no te sientas así. Y precisamente esto es una de las cosas que vas a poder averiguar y sentir en el proceso terapéutico.
Eres valiente por decidirte a venir, por atreverte a revelar tus asuntos íntimos, a descubrir lo que verdaderamente te sucede, por aceptar tus limitaciones, por reconocer tus carencias, por invertir tu tiempo y dinero para conseguir aquello que necesitas, por querer crecer y evolucionar, por hacer frente a tus problemas, por responsabilizarte en buscar soluciones eficaces, por no “echar balones fuera”, engañarte o culpar a los demás de tu malestar.
Una excelente manera de abordar tus temores es contarnos lo que te preocupa
Tener el arrojo de superar esa ansiedad inicial puede brindarte una sensación de alivio, coraje y optimismo.
Pedir ayuda es el primer paso en el proceso para que puedas sentirte mejor.
Vale la pena porque cualquier persona puede beneficiarse de un proceso terapéutico. Si en algún momento tu calidad de vida no es la que deseas, no cabe duda de que la psicoterapia puede ayudarte enormemente.