La vida sexual no es una vida de cine sino de teatro. En el cine la película la visionamos siempre idéntica, mientras que en el teatro la misma obra, siempre resulta distinta porque cada día supone una nueva representación en la que se producen incidentes que es preciso resolver.
Un 50% de las mujeres y un 20% de los hombres reconocen que sienten insatisfacción en su vida sexual. Por eso no es de extrañar que aproximadamente el 30% de las parejas que solicitáis ayuda psicológica queráis resolver algún problema sexual.
El deseo sexual en la pareja requiere cuidados, dedicación, tiempo y espacio que a menudo no le damos. Para escapar de la rutina que lo apaga es necesario conectar con el cuerpo, las sensaciones y poner consciencia sobre lo importante que es el placer y la sexualidad en nuestra vida.
Estamos completamente de acuerdo con Antoni Bolinches cuando afirma que:
“Para tener una sexualidad sana es imprescindible hacer todo lo que quieras, nada que no quieras, siempre desde el deseo previo y de acuerdo con tu propia escala de valores”.
Aplicando desde el comienzo de la relación este principio fundamental se evitan gran parte de los problemas sexuales de la pareja. Teniendo como finalidad:
Otros de sus principios que consideramos básicos en una sana sexualidad:
En el sexo sabio se requiere sinceridad, diálogo y una buena disposición comunicativa. Tener tu instinto disponible, tu mente abierta y tu corazón vulnerable.
La congruencia sexual consiste en pronunciarse sobre las propias contradicciones y actuar en coherencia con la decisión adoptada.
En la sexualidad debemos ser “un poco” egoístas. Si tú no disfrutas del sexo, difícilmente lo hará tu pareja sexual”.
Es tan malo el sexo sin control como el control del sexo. Permitirnos la libre expresión del instinto sexual sin traicionar nuestro código ético.
Traicionar nuestra naturaleza sexual no sólo no evita conflictos, sino que los crea. Gran parte de los cuadros de inhibición del deseo, anorgasmia, eyaculación precoz, impotencia o aversión sexual fueron en su origen simples aceptaciones de prácticas sexuales que contravenían el código de quien las aceptada. Por eso si deseas disfrutar de una sexualidad satisfactoria es recomendable que siempre practiques rituales que sean concordantes con tus necesidades, valores y principios.
La iniciativa sexual se puede negociar, la frecuencia se puede armonizar, los rituales (hasta cierto punto) se pueden ajustar; pero cuando la relación no culmina en el orgasmo esto provoca tanta frustración que se convierte en una importante fuente de resentimiento y alejamiento emocional.
Un buen compañero y compañera sexual es aquella persona con la que podemos expresar libremente nuestra sexualidad experimentando en el acto sexual un sentimiento de comodidad, competencia y satisfacción.
La madurez sexual consiste en armonizar tu instinto, es decir lo que te gusta, con la razón, lo que te conviene. Las parejas maduras sexualmente son aquellas en las que ambos miembros son capaces de aceptar, rechazar y tomar iniciativas sexuales.
Muchas veces no tenemos claro lo que queremos, ni si lo que queremos lo queremos siempre. Además a menudo no nos permitimos hacer lo que verdaderamente nos gusta.
El deseo de agradar nos induce a creer que nos gusta lo que le gusta al otro. En ocasiones es un simple engaño por miedo a defraudar o a perder el amor de la pareja.
En la convivencia es necesario que establezcamos reglas, seguir pautas y fijar costumbres. Pero todo ello a su vez resta espontaneidad a la relación y tiende a convertirla en monótona, con falta de estímulo y novedad, cuando lo que requiere el sexo es precisamente lo contrario. Si la rutina es nefasta para la convivencia, todavía lo es más para la sexualidad. Hemos de aprender a combinar la imaginación con la moderación.
Las mujeres asociáis por regla general la sexualidad con la afectividad. Por tanto, aunque haya concluido el acto sexual, es comprensible que deseéis mantener el calor afectivo. Apenas tenéis periodo refractario después de alcanzar el orgasmo. Es natural que, aunque estéis satisfechas, queráis prolongar las caricias y el afecto. Mostraros cariñosas no significa necesariamente que deseéis mantener otra relación. No debe confundirse expresión afectiva con demanda sexual.
Si procuramos entender al otro en su mundo perceptivo
en lugar de intentar imponerle el nuestro,
podemos contribuir a culminar con éxito la fase de acoplamiento sexual
y permitir que la pareja se instale en una relación plena y gratificante.
Todos tenemos el libre derecho a manifestar de forma natural nuestra sexualidad.
Si no nos sentimos libres para dar y recibir placer, si no estamos en condiciones de tomar y rechazar iniciativas, si no sabemos si determinadas prácticas están “prohibidas” por los valores o por los prejuicios, es imposible que sintonicemos nuestra naturaleza con nuestras preferencias sexuales.
Cada miembro de la pareja tenéis derecho a satisfacer vuestras propias necesidades, y eso es válido para quien necesita diariamente la sexualidad como para quien tiene bastante con una vez a la semana. El problema reside en cómo conciliar frecuencias tan discrepantes. La buena voluntad es importante para resolver casi todos los conflictos de pareja, pero NO sirve para reprimir el instinto ni para forzarlo.
No podemos pedir que uno tenga relaciones que no desea, ni que el otro reprima parte de las que necesita. El problema se resuelve buscando estrategias adaptativas desde el diálogo y la comprensión. La represión sexual fruto del miedo a ser libres y felices nos ha hecho perder el contacto con nuestra propia naturaleza animal, minimizando la capacidad humana para experimentar el placer en toda su dimensión.
La cabeza no debe controlar siempre al sexo, pero tampoco podemos perder la cabeza por el sexo. Es tan malo el sexo sin control como el control del sexo. A veces el miedo a perder el control actúa como inhibidor del placer y esto imposibilita que el coito sea un estímulo suficiente para provocar el orgasmo.
No es sana la represión del instinto pero tampoco es aceptable su expresión descontrolada. Lo difícil es encontrar un punto medio en el que seamos capaces de permitir la libre expresión del instinto sin contravenir los límites que nuestro propio código ético-sexual nos marque.
Difícilmente puede considerarse una persona madura quien sólo obedece al principio de placer. Ser maduro es saber armonizar el instinto con la razón y lo que nos gusta con lo que nos conviene. La sexualidad es saber discriminar qué cosas de las que nos gustan debemos permitirnos y qué cosas no nos permitimos porque creemos que no deben gustarnos.
Tenemos que asociar el deseo al placer, nunca al deber. Por tanto el que tiene sexo sin desearlo no sólo perjudica su deseo sexual sino que deteriora la calidad de la relación. La mejor manera de facilitar el placer ajeno es hacer las cosas desde el placer propio.
También va en detrimento del placer sexual hacer algo que no quieres hacer, porque esto perjudica al amor. Si quieres ser considerado o generoso con tu pareja, hazlo en clave afectuosa, nunca en clave sexual porque esto perjudica seriamente la pareja.
En sexualidad debemos permitirnos ser “algo” egoístas. Si nosotros no disfrutamos del sexo difícilmente lo hará nuestra pareja. Se trata de aceptar el egoísmo sexual pero regulando su expresión.
Hacer el amor porque “toca” es el factor desencadenante del sentimiento de “tarea”. Quienes caen en este error suelen ser personas que se sienten vinculadas a su pareja, y que, con buena intención aceptan tomar la iniciativa sexual no tanto por deseo propio sino porque creen que el otro lo necesita.
Quien siempre toma la iniciativa al final se cansa porque empieza a dudar hasta qué punto es deseado. Y quien siempre la recibe puede sentirse agobiado e interpretar la demanda como una obligación que coarta su libertad. Lo que da valor y credibilidad al “sí” es que de vez en cuando exista el “no”. El único indicio de que un comportamiento es voluntario radica en que se pueda decir “no” en situaciones semejantes a otros momentos en los que hemos dicho sí.
Las parejas sois maduras sexualmente cuando ambos sois capaces de aceptar, rechazar y tomar iniciativas sexuales.
Traicionar nuestra naturaleza sexual siempre crea conflictos. Gran parte de los cuadros de inhibición del deseo, anorgasmia, eyaculación precoz, impotencia o aversión sexual fueron en su origen simples aceptaciones de prácticas sexuales que contravenían el código de quien las aceptaba. Por eso, si deseáis disfrutar de una sexualidad gratificante deberéis practicar rituales que sean concordantes con vuestras necesidades, valores y principios.
Puedes negociar la iniciativa sexual, armonizar la frecuencia, ajustar los rituales sexuales dentro de cierto margen. Pero cuando la relación no culmina en el orgasmo te produce frustración y se convierte en una importante fuente de resentimiento y alejamiento emocional.
Buscar la aprobación a través del sexo es una equivocación. Simular o fingir privándote de la experiencia cumbre del placer sexual falsea la relación. Provoca además frustración y resentimiento hacia tu pareja, y un distanciamiento afectivo del que es difícil salir. Además te hace sentir una persona poco auténtica y con baja autoestima. Si te traicionas a ti mismo y satisfaces al otro sin tener deseo previo, te vuelves incompetente para ti y a la larga se deteriora la relación.
Cada vez que iniciamos una relación sexual se activa una doble posibilidad: satisfacción o frustración. La satisfacción se produce cuando la relación además de culminar en el orgasmo ha permitido que ambos os sintáis competentes. Por el contrario, os sentís frustrados cada vez que vuestra expectativa orgásmica os defrauda o veis rechazadas vuestras iniciativas.
La satisfacción y la frustración afectan tanto a los hombres como a las mujeres. Puede aparecer en todas y cada una de las variables de la manifestación sexual siempre que uno de vosotros no encontráis reciprocidad o sintáis limitada vuestra expresividad. Hay frustración cuando tu iniciativa no es correspondida, cuando por tu frecuencia sexual tienes que aguantarte las ganas para no ser rechazado, cuando te reprimes en los rituales sexuales que quieres experimentar porque sabes que no vas a ser aceptado.
En las mujeres, la frustración orgásmica es una de las causas más importantes de la inhibición del deseo sexual. Además produce irritabilidad y mal humor, y es un factor de primer orden en la génesis de muchos fracasos del acoplamiento sexual.
Las causas más frecuentes de los problemas sexuales las encontramos en el plano psicológico. Entre las más comunes:
Los problemas sexuales normalmente siempre tienen su origen en varias causas, influyen varios factores al mismo tiempo. Detrás de los problemas físicos también se esconden problemas psicológicos como son la ansiedad, el miedo al fracaso y las creencias negativas sobre la sexualidad.
“Haz todo lo que quieras, no hagas nada de lo que no quieras, y siempre desde el deseo previo” aplicando tu propia escala de valores para que evites el sexo como tarea. Facilitamos el instinto, las caricias, el afecto y que así tus relaciones sean auténticas y congruentes.
Nuestra manera de entender el trabajo psicoterapéutico es ayudarte a resolver tu malestar para que puedas alcanzar lo antes posible el bienestar que necesitas, mejorando tu calidad de vida de forma duradera. Este es nuestro cometido, y la responsabilidad y compromiso que elegimos tener contigo.
Entendemos la psicoterapia como una experiencia transformadora capaz de cambiar la forma de verte a ti mismo y a los demás y de relacionarte con ellos.
Para que puedas entender mejor lo que para nosotros significa hacer un proceso terapéutico, nos gusta comparar nuestro proceso con un viaje que te lleva a vivir una experiencia emocional verdaderamente reparadora.
El primer paso de nuestro particular viaje es hacer una evaluación. No pretendemos encasillarte en un determinado cuadro patológico, sino organizar la información que nos proporcionas para poder establecer el foco adecuado y las metas terapéuticas. El segundo paso del viaje es diseñar una buena planificación, saber dónde vamos y cómo llegar sin rodeos a nuestro destino. El tercer paso es la intervención terapéutica.
Antes de embarcarnos en lo que es un viaje difícil o complejo, para sentirnos más seguros y con la menor tensión posible y conseguir llegar a nuestro verdadero destino, es conveniente planificar y preparar adecuadamente todo lo necesario para acometer con éxito nuestro viaje:
Al finalizar el viaje, a través de ese vínculo sagrado de confianza y seguridad que hemos creado entre nosotros, habrás aprendido a identificar, legitimar, regular y manejar tus emociones, pensamientos y conductas de una manera más sana y beneficiosa para ti y para tus relaciones.
Este tipo de viaje, con este guía en concreto, te habrá proporcionado una mirada interior, un verdadero autoconocimiento, te habrá provocado reflexión y facilitado el cambio y la transformación interior. Te habrás llevado valiosas experiencias, herramientas y nuevos recursos perdurables en el tiempo que te preparan para afrontar las situaciones complejas que puedan darse en cualquier otro reto que decidas acometer a partir de ahora, solo o en compañía de otros viajeros. Sin darte cuenta, tú mismo, te habrás convertido en un gran guía.
Puede ayudarte a despejar tus dudas sobre si la terapia es para ti o no, conocer cuáles son las problemáticas más frecuentes que trabajamos diariamente en la consulta.
En nuestras sesiones de terapia vas a encontrar solución a tus problemas:
¿Te identificas con alguna de esas situaciones? Si es así, ya NO tienes que afrontarlo tú solo.
No olvides que, como tú, todos nosotros nos hemos encontrado en un momento dado en una situación difícil en nuestra vida, y hemos necesitado recibir asesoramiento de un experto que nos ayudó a mitigar nuestro dolor, a recuperarnos y a conseguir lo que verdaderamente necesitábamos.
Da igual si eres hombre o mujer, no importa tu edad, ni a qué te dedicas en la vida, tampoco importa si tienes más o menos dinero ni más o menos estudios. La buena noticia es que cualquier persona puede beneficiarse de la terapia.
Como regla general, cuanto más tiempo duran los síntomas más se agravan los problemas y más cuesta erradicarlos. Cuanto más interfieran en tu vida diaria, más necesitarás recurrir a un tratamiento profesional.
En la actualidad, cada vez más personas van a terapia y la psicología está ya en boca de todos. Hacer terapia resulta algo de lo más natural. Afortunadamente ya no se asocia con tener problemas mentales, sino con reconocer que a veces carecemos de herramientas suficientes para afrontar situaciones difíciles que todos vivimos.
Seguro que alguna de estas dudas o parecidas te surgen. Puedes resolverlas en nuestras preguntas frecuentes.
En ocasiones, hay algunas personas a las que acudir a la primera sesión de terapia les supone cierta vergüenza. Puedes creer que lo estás haciendo mal. Te puede entrar miedo o temor a ser juzgado. A que te consideren más débil o incluso loco…
Puedes cuestionarte si “otros son más capaces que tú”. Incluso puedes llegar a pensar que eres un “desastre” o que has “fallado” como madre, padre, hijo, amigo, esposo, profesional… por no haberlo podido solucionar por ti mismo.
De la misma forma que no sientes que has fallado cuando no puedes reparar por ti mismo el coche, hacer terapia tampoco significa que hayas fallado. ¡Nada más lejos de la realidad! Es justo lo contrario: Las personas más fuertes y valientes se forjan a base de enfrentar retos.
Es completamente lógico y normal que sientas nervios, y que al principio te cueste un poco, tomar la decisión de iniciar un proceso de terapia. Nos pasa a todos.
Implica ponerte en manos de un desconocido y revelarle tus asuntos íntimos.
Tener el coraje de aceptar que necesitas ayuda es una señal de fortaleza y de inteligencia.
Involucrarte en una terapia demuestra que eres muchísimo más valiente, capaz y valioso de lo que tú crees aunque ahora no te sientas así. Y precisamente esto es una de las cosas que vas a poder averiguar y sentir en el proceso terapéutico.
Eres valiente por decidirte a venir, por atreverte a revelar tus asuntos íntimos, a descubrir lo que verdaderamente te sucede, por aceptar tus limitaciones, por reconocer tus carencias, por invertir tu tiempo y dinero para conseguir aquello que necesitas, por querer crecer y evolucionar, por hacer frente a tus problemas, por responsabilizarte en buscar soluciones eficaces, por no “echar balones fuera”, engañarte o culpar a los demás de tu malestar.
Una excelente manera de abordar tus temores es contarnos lo que te preocupa
Tener el arrojo de superar esa ansiedad inicial puede brindarte una sensación de alivio, coraje y optimismo.
Pedir ayuda es el primer paso en el proceso para que puedas sentirte mejor.
Vale la pena porque cualquier persona puede beneficiarse de un proceso terapéutico. Si en algún momento tu calidad de vida no es la que deseas, no cabe duda de que la psicoterapia puede ayudarte enormemente.