Duelo

He perdido a alguien y quiero superarlo de la mejor forma posible.

¿Crees que puedes estar sufriendo un duelo patológico?

¿Te sientes inútil y no encuentras sentido a muchas de las cosas que te rodean?
¿Te rondan pensamientos sobre morirte más que voluntad de seguir adelante y vivir?
¿Te resulta difícil sentir la tristeza o bien te dejas arrastrar completamente por ella sin poder evitarlo?
¿Has perdido todo deseo de relacionarte con los demás?
¿Bebes últimamente más alcohol o tomas otras sustancias?
¿Te resulta muy difícil encontrar fuerzas para hacer las cosas más cotidianas?

Cuando vives un duelo puedes llegar a tener la sensación de que quizá te estás volviendo loco, la situación te desborda y todo se te hace cuesta arriba. Es lógico, es una situación difícil y dolorosísima para ti. Por ello, es muy importante que aprendas a identificar tus sentimientos y miedos, a percibir tu nueva realidad a la cual tienes que habituarte y obtener la información necesaria para que puedas hacer frente a tu duelo.

Para las personas que estáis pasando por un duelo, la vida cotidiana puede ser más complicada de lo que la mayoría de la gente cree. Cuando alguien fallece o cuando se pierde algo o alguien importantísimo, la sensación de desgarro es tremenda. Planes que se rompen, relaciones sociales que se pierden. Cada uno debe reconstruir su vida en base a sus propios cimientos de personalidad.

El duelo como experiencia vital te afecta de una manera multidimensional: a nivel biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (duele el dolor de los otros), y espiritual (duele el alma). Por eso, en el duelo el dolor producido es desgarrador, porque es completo.

La terapia psicológica, lamentablemente, no puede evitarte el que sientas dolor cuando vives una inmensa pérdida. Sí te ofrece un gran apoyo, acompañamiento y dirección para que puedas transitar el proceso del duelo con menor sufrimiento y, sobre todo, nutrirte de un asesoramiento que te guíe y oriente en este difícil y tedioso camino. De esta manera, podrás tener una mejor resolución de la pérdida, encauzar tu vida de nuevo y contribuir además a tu enriquecimiento personal.

Recuperar tu equilibrio y bienestar es posible

 si cuentas con el apoyo psicológico adecuado.

¿Qué es el duelo?

La palabra duelo deriva del latín dolus = dolor y significa la respuesta con dolor y sufrimiento a una pérdida significativa sin posibilidad de recuperar. Esta respuesta dolorosa es algo muy normal. Lo antinatural sería la negación del dolor o una ausencia de respuesta.

El duelo implica una reacción emocional ante una pérdida que cumple un papel adaptativo pudiendo contribuir al crecimiento personal. Pero también es una de las experiencias más estresantes que ha de afrontar el ser humano. Y que está asociada a importantes problemas de salud como depresión, ansiedad, abuso de fármacos y alcohol o ideas suicidas.

Aunque existen reacciones comunes a todas las personas, es una experiencia íntima que cada persona vive de una manera individual. Cada uno de nosotros va a vivir el duelo de un modo distinto en función de muchos factores: nuestra propia biografía, nuestra estructura física, la relación particular que teníamos con la persona o con lo que hemos perdido.

Con el fallecimiento, parece una obligación moral recordar únicamente lo bueno del fallecido.

Sólo cuando eres capaz de valorar sin idealismos ni reproches

las virtudes y también los defectos del fallecido,

se puede considerar que has superado el duelo.

¿Qué síntomas sueles tener en el duelo?

Cuando estás pasando por un duelo tienes que sentir el desgarro del dolor en tu interior. De nada sirve evitar la aparición de los síntomas, pues tarde o temprano aparecen. Compartir el dolor suele venir muy bien porque supone el apoyo necesario para la superación del mismo.

A veces intentamos recuperarnos demasiado rápido y demasiado pronto antes de poder hacer el necesario duelo. Hay que recordar siempre que cada persona se enfrenta a un duelo único, intransferible y personal, y como tal tiene que sentirlo.

Ante la pérdida de un ser querido el organismo reacciona con:

  • Respuestas fisiológicas. Sensaciones que aparecen de manera automática y producen una fuerte sensación de malestar, como las taquicardias, el nudo en el estómago, la sudoración, etc.
  • Respuestas cognitivas. Son ideas o pensamientos que se disparan en el cerebro de manera automática: “no valgo para nada”, “soy un inútil”, “por qué me ha pasado esto a mí”.
  • Respuestas motoras. Son las acciones que se realizan con el fin de controlar la situación y que hacen que aparentemente todo vuelva a la normalidad; sin embargo, este tipo de respuesta de ansiedad puede llegar a desarrollar problemas mayores, como por ejemplo fumar demasiado, comerse las uñas, beber en exceso, comer compulsivamente o dar vueltas sin sentido en la cama tratando de buscar la postura adecuada.

Durante el proceso de duelo, se suelen experimentar todo tipo de sentimientos: tristeza, incredulidad, ira, envidia, culpabilidad, tristeza y resignación. El triángulo pienso, siento y actúo se manifiesta en todas las reacciones del proceso de duelo.

Los síntomas principales que se suelen sentir en los procesos de duelo son:

  • Alteraciones del sueño. Cuando sufres una pérdida es difícil conciliar el sueño y si se logra, puede traducirse en ensoñaciones o sensaciones de presencia. Ésta es una respuesta de nuestro inconsciente, es la forma en la que nuestro cerebro trata de evitar la realidad de la pérdida.
  • Sentimientos de culpa, impotencia, frustración. A veces, puedes tener distorsiones cognitivas que incluyen una auto-responsabilización excesiva en la muerte del ser querido.
  • Sentimientos contradictorios. Por un lado, sientes alivio por el fin de un largo periodo de convalecencia (si la persona ha estado enferma durante mucho tiempo) y, por otro lado, sientes el dolor intenso por la separación física.
  • Recrearte con el recuerdo. Quedarte absorto en imágenes y recuerdos.
  • Idealización del difunto. Sólo eres capaz de ver sus virtudes.
  • Miedo al futuro. ¿Y ahora qué hago yo con mi vida?
  • Vacío. La sensación es de desgarro interno.
  • Depresión. Las oscilaciones del ánimo, tendencia a ver lo negativo, a tener la sensación de no poder superarlo y salir de esta situación; son comunes en el duelo.
  • Sentimientos de ira y celos. El choque entre realidad y negación, comúnmente hacen que reacciones con ira hacia miembros de tu familia o de tu entorno cercano.
  • Sensación de falta de comprensión y ayuda. Es frecuente que tengas una constante sensación de falta de ayuda.  Ésta es normal durante el proceso de duelo y viene dada sobre todo por las frases hechas: “Sé cómo te sientes”, “tienes que salir”, “es lo mejor que os podía pasar, ya está descansando”. Escuchar estos tópicos resultan dañinos cuando has perdido a un ser amado.

¿Cuánto dura un duelo?

No existe un tiempo exacto de duración para el proceso, ya que depende de muchos factores, por ejemplo, de las características individuales de cada persona, de cómo se ha producido la pérdida, etc. pero generalmente oscila entre los 3 meses y los 3 años.

¿Qué tipos de duelo existen?

Aunque casi siempre identificamos duelo con la pérdida de alguien a quien queremos por fallecimiento existen otra serie de pérdidas significativas a lo largo de nuestra vida que nos enfrentan a la elaboración de un duelo. Todas ellas provocan emociones y sentimientos que tienen una base común, pero que se diferencian en la intensidad y en la capacidad para asumir la sensación de pérdida.

Existen distintos tipos de duelo en función de la naturaleza de la pérdida:

  • Duelo Normal: Es aquel donde los síntomas y reacciones normales del duelo permanecen entre los seis y dieciocho meses. Durante este periodo vas superando las distintas fases del proceso, hasta llegar a la aceptación de la pérdida, pudiendo volver a rehacer tu vida sin la presencia del ser querido.
  • Duelo Patológico: Se produce cuando te ves superado por la pérdida. Se rompe tu equilibrio físico y psíquico. Alguna de las señales de alerta para que puedas reconocerlo son:
  • Falta total de respuesta ante la muerte.
  • El dolor intenso se prolonga sobremanera.
  • Sentimientos desproporcionados de culpa.
  • Idealización de la persona fallecida.
  • Ausencia de recursos personales y familiares.
  • Historia previa de trastornos psicológicos.
  • Estar absorto con los recuerdos.
  • Síntomas hipocondríacos relacionados con la enfermedad.
  • Desconexión de la realidad.
  • Visitas continuadas al cementerio.
  • Duelo crónico: Se produce cuando las reacciones del proceso de duelo se arrastran durante años y eres incapaz de reinsertarte socialmente.
  • Duelo anticipado: Es cuando la familia percibe la pérdida como inevitable antes de que esta suceda. Esto da lugar a que cuando la pérdida se produce, las reacciones ante el proceso de duelo, sean menos intensas pues con anterioridad a la pérdida ésta era percibida como inevitable.
  • Duelo retardado: La reacción diferida se muestra en aquellas personas que en las fases iniciales del duelo son capaces de mantener el control de la situación sin dar signos aparentes de sufrimiento. La preocupación de ayudar a familiares y atender diversas exigencias de las circunstancias no les deja tiempo para ocuparse de su dolor. Después de negarlo, basta un simple recuerdo, una profundización en sus sentimientos o una imagen para desencadenar el duelo no resuelto que llevan dentro. 
  • Duelo ambiguo: Duelo que aparece como consecuencia de la no presencia física del muerto, por ejemplo, en aquellas personas con familiares desaparecidos, gente dada por muerta… Familiares que no pueden cumplir con los rituales de la despedida y que constantemente se realizan preguntas del tipo: ¿Volverá o no?, ¿Estará muerto o no?, ¿Celebro el funeral o no?
  • Duelo por fallecimiento. Pérdida de una persona importante por muerte.
  • Duelo vincular. La pérdida es por una ruptura del vínculo (de pareja, familiar, amistoso)  que teníamos con esa persona.
  • Duelo por pérdidas materiales. Por pérdida de un empleo, cambio de vivienda, traslado de una ciudad a otra…
  • Duelo por pérdidas vitales. Asociado a cierre de una etapa vital. Se producen en la menopausia, jubilación, nido vacío.

Fases del proceso de duelo

Para superar el proceso de duelo es muy importante darte el permiso para poder sentir en lugar de negar. Expresar tus sentimientos en lugar de temerlos o reprimirlos.

Para poder rehacer de nuevo tu vida, retomando aquellas actividades que quizá fuiste dejando atrás, tienes que pasar por una serie de fases muy diferenciadas, que aproximadamente pueden durar entre los seis y los dieciocho meses.

Generalmente las fases que atraviesas durante el proceso de duelo son:

Fase de negación. Es el momento en el que acabas de recibir la noticia. La negación surge como una respuesta inconsciente del ser humano, a modo de mecanismo de defensa que impide la toma de conciencia de la muerte o pérdida del ser querido.  Esta fase puede durar desde unas horas hasta un tiempo ilimitado. Eres incapaz de comprender lo que ha sucedido y responder a ello de forma adecuada. Durante esta fase sigues buscando al fallecido, lo cual dará lugar a ensoñaciones con el fallecido o a que puedas tener pequeñas alucinaciones en las cuales tiene la sensación de que le has percibido, sin lugar a dudas fruto del proceso de negación a la pérdida que ira pasando con el paso del tiempo.

En esta fase tan sólo puedes hacer ciertas cosas de forma casi automática. A veces incluso aunque lleves a cabo actividades necesarias y cotidianas no recuerdas haberlas hecho. Puedes llegar a sentir ansiedad y angustia profundas.

Fase de ira. Pasada la fase de negación comenzamos a tomar conciencia de la pérdida y con ella surge el enfado (hacia ti mismo,  hacia el difunto, hacia los profesionales de la medicina, los familiares, Dios…). La ira aparece entre otros motivos por la sensación de vacío que queda tras el fallecimiento, unido a la sensación de falta de apoyo y a la posible soledad.  Surgen preguntas del tipo ¿Por qué me ha pasado esto a mí? Es una fase en la que recuperamos a través de la ira fuerza para seguir avanzando.

Fase de culpa: La ira comienza a apaciguarse y llegamos a la etapa de culpa. Esta etapa puede llegar a ser una de las más importantes a la hora de elaborar el proceso de duelo, entre otras cosas porque va a estar presente prácticamente a lo largo de la vida.

Comienzas a buscar posibles culpables a lo que le ha sucedido y al final acabas auto culpabilizándote, “Si me hubiera enterado antes de lo que tenía”, “Si le hubiera tratado mejor”, “Si no le hubiera gritado”. Toda esta culpabilidad te va a llevar a tener ensoñaciones nocturnas y arrebatos de dolor en momentos puntuales.

Fase de tristeza. Generalmente aparece a las pocas semanas de la pérdida y puede prolongarse incluso a lo largo de todo un año.

Te sientes irritable e inquieto en ocasiones y en otras apático e indiferente. Nada parece valer la pena y el día a día lo percibes como un esfuerzo sin placer. Con frecuencia sientes falta de apetito, pérdida de peso y trastorno del sueño, aunque poco a poco van desapareciendo gradualmente.

En esta etapa empiezas a tomar conciencia de la pérdida e intentas recordar al ser querido, utilizando fotos, recuerdos u objetos que te faciliten sensaciones que poco a poco comienzas a perder.

Al ir asimilando el dolor y la pérdida, comienzas a plantearte el futuro y te genera miedo debido sobre todo a la sensación de vacío generada por la falta del ser querido. En esta fase del duelo la pregunta más frecuente suele ser; ¿Y ahora qué hago yo?

Fase de aceptación. Llega el momento de aceptar la muerte y de tratar de rehacer tu vida. En esta etapa comienzas a desprenderte de objetos y de recuerdos del difunto. Según vas aceptando lo evidente, asimilándolo y asumiendo completamente la pérdida como algo irremediable, puedes ya hablar del ser querido o del objeto que has perdido sin que ello conlleve una reacción emocional excesiva. Comienzas a ser consciente de que refugiarte en el pasado carece de sentido y de que la vida debe proseguir aunque sea necesario dotarla de un nuevo sentido.

Es una etapa en la cual no se suele estar ni alegre ni deprimido, tan solo resignado ante la realidad de seguir viviendo sin la persona querida. Es el momento de tomar decisiones sobre cómo será a partir de ahora la vida y de resolver aquellos asuntos pendientes. En esta fase del proceso es conveniente realizar una despedida simbólica que facilite el proceso de aceptación.

En realidad, casi todas las personas cuando sufrimos un duelo somos capaces de recuperarnos a lo largo del primer año. Sin embargo, en algunas ocasiones las emociones son desbordantes y puede resultar complicado procesarlas adecuadamente por lo que el duelo se alarga o se complica, llegando a convertirse en un duelo patológico.

¿Cómo es nuestro tratamiento para el duelo?

En nuestra sociedad, cuando estamos tristes o nos sentimos mal, en vez de aceptar lo que sentimos, lo escondemos con medicación.

A un nivel “macro” nuestra sociedad se podría definir como tanatofóbica: la muerte es un tabú que se forja socialmente desde la infancia. Tendemos a ocultar la enfermedad, las separaciones y la muerte, impidiendo que nuestros hijos participen en las despedidas.

A nivel “micro”, el hecho de que el resto de familiares y amigos del difunto vivencien las fases del duelo a ritmos y velocidades diferentes es una fuente de conflicto y tensión que está detrás de la estadística que indica que el 68% de las parejas que pierden un hijo acaba separándose. Debemos tener en cuenta que aquellos vínculos que a priori deberían ser un apoyo se pueden convertir en obstáculos en el proceso de duelo.

Por ello, el trabajo terapéutico permite normalizar las diferencias en la elaboración del duelo, permitiendo construirlo de manera individual y personal. Esta estigmatización de la pérdida transmite el mensaje de que las emociones asociadas al duelo no están permitidas.  Una parte de nuestro trabajo terapéutico consiste en legitimar estas emociones.

Es un hecho que el duelo requiere sentir la pena en todas sus ramificaciones. Estar sedado significa estar limitado en la propia consciencia del daño y del dolor emocional. La terapia, por tanto, consiste en que logres disolver tu coraza para hacer que vuelvan a circular las emociones que se habían bloqueado o reprimido, restaurando tu capacidad de fluir y sanar emocionalmente.

Aunque el dolor que conlleva la muerte o la pérdida de un ser querido es inevitable, ya que no existen recetas mágicas que lo eliminen, sí existen recursos terapéuticos que lo alivian. Sin duda, la terapia psicológica atenúa la carga de tu sufrimiento, te ayuda a vivir el proceso conscientemente y a superar las distintas etapas del duelo, evitando la aparición de comportamientos patológicos o dañinos.

Nuestro tratamiento tiene en cuenta tu cuidado integral para facilitarte el proceso de elaboración y resolución del duelo, reduciendo al máximo posible su tiempo de duración.

Utilizando las últimas técnicas en psicoterapia, focalizamos la terapia para que logres:

  • Afrontar la pérdida y la soledad, aceptando la cruda realidad.
  • Dar expresión a tus sentimientos y facilitar su desahogo ventilando tus emociones.
  • Manejar el dolor, a elaborar y aliviar las emociones dolorosas que surgen tras la pérdida como ansiedad, culpa, ira, tristeza, miedo, angustia, soledad, etc.
  • Reestructurar los esquemas mentales disfuncionales que dificultan el proceso de duelo.
  • Dominar los recuerdos y no que los recuerdos te dominen a ti.
  • Establecer pautas de vida saludable que faciliten tu proceso de duelo.
  • Tomar tus propias decisiones.
  • Potenciar y fortalecer tus redes de apoyo social y tus recursos personales.
  • Adaptarte a tu nueva vida sin tu ser querido o sin tu pérdida significativa.
  • Explorar lo que ha cambiado en tu vida y cómo te enfrentas a esos cambios.
  • Adaptarte a las nuevas situaciones ambientales, nuevos roles, etc.
  • A que puedas recolocar emocionalmente la pérdida y seguir viviendo con equilibrio, fuerza, dignidad y esperanza.

Si bien al principio todo esto puede parecerte imposible, con el paso del tiempo y la ayuda psicológica necesaria, verás cómo lo consigues.

Podemos considerar que has superado tu duelo cuando logras:

  • Comprender y experimentar que el amor no se acaba con la muerte.
  • Recordar y poder hablar del fallecido con sus virtudes y sus fracasos sin sentir el dolor desgarrador.
  • Dejar de vivir en el pasado y aprender a vivir sin el difunto.
  • Explorar y aceptar quién eras, quién ya no vas a volver a ser, quién eres ahora, quién puedes llegar a ser.
  • Invertir energía emotiva en otras relaciones.
  • Abrirte a una nueva vida presente y futura.

Contamos con los medios y experiencia necesaria para el tratamiento del duelo.

Aplicamos técnicas innovadoras y más eficientes que
mejoran los resultados
y reducen el tiempo de duración del tratamiento
Estas técnicas resultan muy eficaces en el tratamiento del duelo, ya que te ayudan a liberarte de las emociones dolorosas y a avanzar más rápido en cada fase del duelo para poder superarlo.
Por otra parte, ten en cuenta que los problemas no tratados suelen continuar y empeorar, y pueden generarte nuevos problemas. Las consecuencias de no recibir el tratamiento que necesitas pueden ser perjudiciales.

Con nuestra manera de abordar el trabajo psicoterapéutico

no solo logras recuperar tu equilibrio integral

sino que fortaleces tu salud psicológica y emocional de forma duradera

En los casos más graves, en los que además del tratamiento terapéutico sea preciso recurrir a la medicación, ponemos a tu disposición un servicio de psiquiatría que se encarga de recetarte la medicación más apropiada para aliviar tu sintomatología y de llevar regularmente un control para ajustar la dosis de forma óptima.

Frases hechas que se dicen pero que no ayudan en el duelo.

En el intento de acompañar en el duelo, es relativamente frecuente y normal el uso de expresiones inconvenientes, aunque aceptadas socialmente, pero que debemos tratar de evitar si lo que pretendemos es empatizar de verdad y facilitar la expresión emocional y un buen acompañamiento.

Alguna de ellas son las siguientes:

«Tú lo llevarás bien, eres fuerte».  ¿Qué significa ser fuerte o llevarlo bien?… Quizá no llorar, no sufrir, pasar de la tristeza a la alegría o no enfadarse en medio del sufrimiento.

“Suerte que tienes hijos y te ayudarán”. ¿Acaso sabes cómo es la relación, de puertas para dentro con sus hijos?, ¿Sabes realmente cuáles son sus circunstancias familiares? Mejor no decir nada.

“Ahora ya descansáis todos”. ¿Cómo se puede saber esto? Sobre todo si se trata de la persona que ha estado cuidando al enfermo.

 «Podría haber sido peor».  ¿Y esto qué significa?, ¿Que podría haber sufrido más?, ¿Que podría haberse alargado la agonía?…  Esta frase está basada en suposiciones, en conjeturas, no en realidades.  Hay que evitarla, es un error establecer comparaciones.

«Con lo bueno que era». Esta frase invita a la idealización del difunto y depende de cómo y cuándo la utilices, puede incitar al duelo patológico.

“Lo siento en el alma”. No deberías decir cosas así, si realmente no las sientes de verdad. El doliente se puede sentir agredido.

“Así es la vida, hoy estamos aquí y mañana quién sabe”. Esta frase da a entender que en la vida estamos de paso, pero quien la dice a lo mejor ni siquiera se ha parado a pensar de verdad en su propia muerte.

«Tranquilo, el tiempo lo cura todo». Frase de uso muy común en la sociedad. Atribuir al tiempo por sí mismo el poder de la curación sin ofrecer ninguna herramienta, es cuando menos arriesgado.

¿Qué sí puedes hacer o decir para acompañar de una forma sana en el duelo?

Acompañar en duelo significa “estar”, auténtica presencia y empatía, sin presión. Si no sabes qué decir, no pasa nada, es mejor permanecer callado. Ofrécele tu hombro por si quiere desahogarse contigo, e incluso llora tú con él, si así lo sientes. Pero evitar dar consejos y decir frases hechas como las mencionadas anteriormente.

El contacto físico tiene mucho poder. Gracias a él somos capaces de comunicarnos profundamente a nivel emocional sin la necesidad de hablar.  El abrazo sincero dado, implica reciprocidad y permite atravesar el frío distanciamiento. Ten en cuenta que solamente una pequeña parte de la comunicación es verbal. Tiene mucho más peso la comunicación no verbal (la mirada, los gestos, el tono de voz, la postura corporal…)

La sensación de falta de apoyo a veces puede ser real y otras no lo es. Déjate apoyar por los demás.  Es necesario como parte de tu recuperación, dar una oportunidad a tus seres queridos para que puedan apoyarte durante tu proceso de duelo.  Eres tú el único que puede decirles qué es lo que verdaderamente necesitas en cada momento. Explícales cómo pueden ayudarte porque lo más seguro es que tengan buena voluntad, pero no sepan cómo hacerlo.

Tiempo para poder estar a solas contigo mismo.  El ser humano puede huir de todo aquello que le persigue menos de una cosa: de sí mismo.  Del mismo modo que es fundamental permitirse recibir ayuda externa y no encerrarse en los propios sentimientos durante el periodo de duelo, resulta también crucial poder disponer de tiempo para reflexionar, para contactar con tus recuerdos, ver fotos, resolver asuntos pendientes y reorganizar tu nueva vida.  Esto requiere algún tiempo en soledad.

En la medida de lo posible, hacerle conectar con la esperanza. Ser capaz de aprender de la muerte, de sacar conclusiones.  Hazle reflexionar con mucho respeto y delicadeza, cuando sea el momento adecuado para ello,  que ya ha pasado por una de las peores circunstancias por las que puede pasar un ser humano, la pérdida de un ser querido, y a partir de ese momento, y después de haber caminado por el sendero del dolor, queda la esperanza de poder seguir hacia delante con la propia vida.

El duelo es un camino de lágrimas que cada uno de nosotros tiene que atravesar para seguir viviendo. Este camino es único y cada persona lleva su propio ritmo al andarlo. Es importante en el duelo ir avanzando, aunque sea lentamente, pero que puedas ir notando progresos.

Si crees que estás teniendo dificultades para superar la pérdida de un ser querido, la ruptura de una pareja, o la pérdida de algo valioso para ti, podemos ayudarte. Podrás recolocar emocionalmente tu pérdida y seguir viviendo con equilibrio, fuerza, dignidad y esperanza.

Contacto

¿A qué podría parecerse hacer terapia? Imagínatela como un viaje reparador...

Nuestra manera de entender el trabajo psicoterapéutico es ayudarte a resolver tu malestar para que puedas alcanzar lo antes posible el bienestar que necesitas, mejorando tu calidad de vida de forma duradera. Este es nuestro cometido, y la responsabilidad y compromiso que elegimos tener contigo.

Entendemos la psicoterapia como una experiencia transformadora capaz de cambiar la forma de verte a ti mismo y a los demás y de relacionarte con ellos.

Para que puedas entender mejor lo que para nosotros significa hacer un proceso terapéutico, nos gusta comparar nuestro proceso con un viaje que te lleva a vivir una experiencia emocional verdaderamente reparadora.

El primer paso de nuestro particular viaje es hacer una evaluación. No pretendemos encasillarte en un determinado cuadro patológico, sino organizar la información que nos proporcionas para poder establecer el foco adecuado y las metas terapéuticas. El segundo paso del viaje es diseñar una buena planificación, saber dónde vamos y cómo llegar sin rodeos a nuestro destino. El tercer paso es la intervención terapéutica.

Antes de embarcarnos en lo que es un viaje difícil o complejo, para sentirnos más seguros y con la menor tensión posible y conseguir llegar a nuestro verdadero destino, es conveniente planificar y preparar adecuadamente todo lo necesario para acometer con éxito nuestro viaje:

  • Sabemos dónde queremos ir y por qué necesitamos hacer el viaje.
  • Determinamos si el viaje es completamente realista, teniendo en cuenta el tiempo, la energía y los recursos que disponemos, así como el nivel de riesgo.
  • Disponemos de un buen mapa de carreteras: nuestro tratamiento terapéutico.
  • Hacemos un balance de los puntos fuertes y débiles (tanto de los nuestros como psicoterapeutas como de los tuyos como cliente). Identificamos los aspectos problemáticos y los recursos potenciales con los que contamos para apoyarnos en ellos durante el viaje.
  • El trabajo de un guía es, entre otras cosas, conocer a la perfección todo lo relativo al viaje. Por eso, como guías, tenemos conocimientos específicos sobre viajar (especialmente somos expertos en cómo movernos por territorios poco conocidos o peligrosos). Nuestra profesionalidad y credibilidad como guías de viaje está asegurada.
  • Nos preparamos para todas las sorpresas y posibles incidencias que nos pudiéramos encontrar por el camino: como controles de carretera, desvíos y peligros (sabiendo de antemano cómo responder a todos ellos).
  • Nos preocupamos de disponer de todo lo que emocionalmente hace falta para resultar unos buenos compañeros de viaje, sin juzgarte, ni criticarte ni aconsejarte: haciéndote sentir seguro, comprendido, tranquilo, confiado, estimulado y en todo momento apoyado para que puedas aprovechar y nutrirte del viaje lo máximo posible.
  • Establecemos el ritmo necesario que es el adecuado para este viaje concreto.
  • Es más probable que no nos perdamos y que el viaje tenga éxito cuando se va acompañado de un guía experto en el territorio. No obstante, en el supuesto caso de que nos perdiéramos, sabemos lo qué debemos hacer exactamente.
  • El guía (psicoterapeuta) desempeñará un rol activo para evitar la dispersión y para mantenerse dentro de los límites del foco terapéutico que nos asegurará la llegada a nuestro destino.
  • Sabemos cuándo hemos llegado al destino o cuándo hemos hecho un recorrido “suficiente” para ti (teniendo en cuenta tus deseos de hasta dónde quieres llegar exactamente, evitando hacer un viaje terapéutico largo y profundo si no es eso lo que verdaderamente deseas).
Algunos viajes suponen descubrir un nuevo mundo interno y externo

Al finalizar el viaje, a través de ese vínculo sagrado de confianza y seguridad que hemos creado entre nosotros, habrás aprendido a identificar, legitimar, regular y manejar tus emociones, pensamientos y conductas de una manera más sana y beneficiosa para ti y para tus relaciones.

Este tipo de viaje, con este guía en concreto, te habrá proporcionado una mirada interior, un verdadero autoconocimiento, te habrá provocado reflexión y facilitado el cambio y la transformación interior. Te habrás llevado valiosas experiencias, herramientas y nuevos recursos perdurables en el tiempo que te preparan para afrontar las situaciones complejas que puedan darse en cualquier otro reto que decidas acometer a partir de ahora, solo o en compañía de otros viajeros. Sin darte cuenta, tú mismo, te habrás convertido en un gran guía.

La buena psicoterapia, como los buenos viajes, te transforma por dentro y se nota por fuera

Puede ayudarte a despejar tus dudas sobre si la terapia es para ti o no, conocer cuáles son las problemáticas más frecuentes que trabajamos diariamente en la consulta.

En nuestras sesiones de terapia vas a encontrar solución a tus problemas:

  • Cuando tienes un problema y no puedes parar de darle vueltas en tu cabeza y está interfiriendo en tu vida cotidiana.
  • Cuando te cuesta expresar lo que sientes y sólo lo racional te hace sentirte cómodo.
  • Cuando te sientes desbordado por tus emociones.
  • Cuando evitas todo lo que puedes los conflictos y prefieres ceder tú ante los demás.
  • Cuando te sientes insatisfecho y tienes la sensación de que te falta algo esencial para ti.
  • Cuando sufres con tus relaciones ya sean familiares, laborales, amorosas, sociales.
  • Cuando no consigues controlar tus impulsos.
  • Cuando te sientes aislado, criticado o rechazado por los demás. Cuando te sientes víctima.
  • Cuando sientes que “tú no puedes” y recurres a “depender compulsivamente” de otros.
  • Cuando te sientes inseguro, cuando te exiges demasiado o cuando no te gusta cómo eres realmente y tu autoestima se ve mermada.
  • Cuando te sientes confuso y te cuesta muchísimo tomar decisiones.
  • Cuando quieres aprender a resolver mejor tus conflictos internos y externos.
  • Cuando te cuesta decir no y sientes temor a que los demás se enfaden o te rechacen.
  • Cuando deseas aprender habilidades para relacionarte mejor con los demás porque te cuesta crear, mantener, posicionarte o romper relaciones.
  • Cuando has estado deprimido, ansioso, inseguro, bloqueado o enojado desde hace tiempo y ya no quieres seguir así más tiempo.
  • Cuando tienes problemas laborales, te sientes desmotivado, incapaz o sufres acoso laboral
  • Cuando lamentablemente padeces una enfermedad que interfiere en tu bienestar.
  • Cuando no te sientes bien contigo mismo porque ocupa demasiado espacio en tu vida la tristeza, el estrés, la ansiedad, el miedo, la preocupación o la vergüenza.
  • Cuando tu pasado te atormenta y tu futuro te asusta y te impide disfrutar del presente.
  • Cuando has perdido la ilusión por la vida y te cuesta disfrutar de las cosas.
  • Cuando atraviesas problemas puntuales como la pérdida de un trabajo, la crianza o la partida de los hijos. Cuando te enfrentas a una pérdida por la muerte de un ser querido. Cuando te encuentras en una situación de crisis vital. Cuando deseas perder peso y no lo consigues por ti mismo. Cuando te sientes abrumado por un nuevo empleo. Cuando te agobian en exceso las responsabilidades…

¿Te identificas con alguna de esas situaciones? Si es así, ya NO tienes que afrontarlo tú solo.

Si te acompaña un sentimiento de malestar o insatisfacción prolongado y resta tu calidad de vida, es el momento de plantearte que la terapia es para ti.

No olvides que, como tú, todos nosotros nos hemos encontrado en un momento dado en una situación difícil en nuestra vida, y hemos necesitado recibir asesoramiento de un experto que nos ayudó a mitigar nuestro dolor, a recuperarnos y a conseguir lo que verdaderamente necesitábamos.

Da igual si eres hombre o mujer, no importa tu edad, ni a qué te dedicas en la vida, tampoco importa si tienes más o menos dinero ni más o menos estudios. La buena noticia es que cualquier persona puede beneficiarse de la terapia.

Como regla general, cuanto más tiempo duran los síntomas más se agravan los problemas y más cuesta erradicarlos. Cuanto más interfieran en tu vida diaria, más necesitarás recurrir a un tratamiento profesional.

La terapia te proporciona un gran alivio para tu malestar o sufrimiento.

Propone soluciones para todo aquello que te resulta inquietante, agotador, aterrador, espantoso…

Supone una transformación inimaginable.

¿Tienes dudas o temores ante hacer terapia?

En la actualidad, cada vez más personas van a terapia y la psicología está ya en boca de todos. Hacer terapia resulta algo de lo más natural. Afortunadamente ya no se asocia con tener problemas mentales, sino con reconocer que a veces carecemos de herramientas suficientes para afrontar situaciones difíciles que todos vivimos.

Las grandes personas como tú, también necesitan sentirse apoyadas
A la hora de iniciar una terapia, te pueden surgir dudas como estas:
  • ¿Tiene solución lo que a mí me pasa?
  • ¿Es terapia lo que yo necesito?
  • ¿Voy a perder mi tiempo y mi dinero?
  • ¿Me van a cambiar mi personalidad?
  • ¿Creerán que estoy peor de lo que estoy?
  • ¿Voy a descubrir cosas que no sé si quiero saber?
  • ¿Acertaré con el terapeuta?
  • ¿Qué pensará el terapeuta de mí?
  • ¿Se enterará alguien de lo que cuento o será totalmente confidencial?
  • ¿Y mi familia y amistades, qué les voy a decir?
  • ¿Pensarán que estoy peor porque voy a terapia?
  • ¿Me juzgarán?

Seguro que alguna de estas dudas o parecidas te surgen. Puedes resolverlas en nuestras preguntas frecuentes.

En ocasiones, hay algunas personas a las que acudir a la primera sesión de terapia les supone cierta vergüenza. Puedes creer que lo estás haciendo mal. Te puede entrar miedo o temor a ser juzgado. A que te consideren más débil o incluso loco…

Puedes cuestionarte si “otros son más capaces que tú”. Incluso puedes llegar a pensar que eres un “desastre” o que has “fallado” como madre, padre, hijo, amigo, esposo, profesional… por no haberlo podido solucionar por ti mismo.

De la misma forma que no sientes que has fallado cuando no puedes reparar por ti mismo el coche, hacer terapia tampoco significa que hayas fallado. ¡Nada más lejos de la realidad! Es justo lo contrario: Las personas más fuertes y valientes se forjan a base de enfrentar retos.

Es completamente lógico y normal que sientas nervios, y que al principio te cueste un poco, tomar la decisión de iniciar un proceso de terapia. Nos pasa a todos.

Implica ponerte en manos de un desconocido y revelarle tus asuntos íntimos.

Es una experiencia totalmente nueva que te puede conectar con tu vulnerabilidad, con una sensación de vergüenza y cierta minusvalía, conectarte con tus miedos, carencias e inseguridades.

A todos nos asusta mirar dentro de nosotros mismos, por eso tendemos a minimizar la gravedad de nuestros problemas.

Tener el coraje de aceptar que necesitas ayuda es una señal de fortaleza y de inteligencia.

Involucrarte en una terapia demuestra que eres muchísimo más valiente, capaz y valioso de lo que tú crees aunque ahora no te sientas así. Y precisamente esto es una de las cosas que vas a poder averiguar y sentir en el proceso terapéutico.

Las personas que acudís a terapia sois mucho más valientes, nobles y responsables.

Eres valiente por decidirte a venir, por atreverte a revelar tus asuntos íntimos, a descubrir lo que verdaderamente te sucede, por aceptar tus limitaciones, por reconocer tus carencias, por invertir tu tiempo y dinero para conseguir aquello que necesitas, por querer crecer y evolucionar, por hacer frente a tus problemas, por responsabilizarte en buscar soluciones eficaces, por no “echar balones fuera”, engañarte o culpar a los demás de tu malestar.

Una excelente manera de abordar tus temores  es contarnos lo que te preocupa

Tener el arrojo de superar esa ansiedad inicial puede brindarte una sensación de alivio, coraje y optimismo.

Pedir ayuda es el primer paso en el proceso para que puedas sentirte mejor.

Vale la pena porque cualquier persona puede beneficiarse de un proceso terapéutico. Si en algún momento tu calidad de vida no es la que deseas, no cabe duda de que la psicoterapia puede ayudarte enormemente.