¿Y tú de quién eres? ¿Excesivamente racional o muy emocional?

Cuando haces terapia descubres  cosas tan importantes como estas:

¿Soy excesivamente racional?

Puede que no te des cuenta, que no le des importancia o bien que no lo recuerdes. Pero es muy posible que en tu infancia no recibieras la atención suficiente en lo relativo a satisfacer tus necesidades emocionales. Por eso es probable que tu regulación emocional esté desajustada. Seguramente, tus padres o profesores carecían de las herramientas y recursos precisos para poder cubrirlas. Como consecuencia de ello, te enseñaron de muy niño (explícita o implícitamente)  a no demandar nada emocional a no mostrarte necesitado, a que debías ser completamente autónomo e independiente, a centrarte en lo puramente intelectual (soléis ser personas brillantes académicamente), a querer dejar de lado las emociones. La mejor manera de evitar el dolor de sentirte rechazado es precisamente evitar el mundo emocional.

De adulto lo más común es que sin darte cuenta racionalices tu discurso. Que niegues o minimices la parte emocional. Que rara vez pidas ayuda pues tú tienes que poder con todo. Es probable que tengas muchos amigos a nivel social, pero muy pocas relaciones verdaderamente cercanas. Que tengas ciertos problemas para establecer relaciones íntimas y de auténtica confianza. Que te muevas entre el miedo a la intimidad y el temor a la soledad. Que incluso con tu pareja, te cueste mantener una conversación afectiva, cariñosa, emocional e íntima.

En tus relaciones de pareja es fácil que a menudo te comportes de esta manera:

Tu tendencia natural que se va a disparar sobre todo cuando perdéis la conexión es:

Lo que sueles hacer con tu pareja es:

Evitar, aislarte, retirarte, huir, ignorar, defenderte, alejarte, apartarte, inhibirte, refugiarte, retroceder, replegarte, enfriarte, distanciarte, bloquearte, cerrarte emocionalmente.

Lo que sueles sentir respecto de tu pareja:

  • Nunca es suficiente lo que hago para mi pareja.
  • Nada le satisface al otro.
  • Todo lo hago mal para mi pareja.
  • Te sientes juzgado, frustrado, impotente, confundido.

Lo que deseas:

  • Sentirte aceptado por tu pareja.
  • Sentirte amado.

Lo que temes:

  • Miedo al rechazo, a no ser suficiente para el otro.

¿Te cuadra algo de todo esto? Si la respuesta es que sí, seguramente necesitas ayuda para aprender a equilibrar tus pensamientos y emociones. A prestar atención y poder manejar tus emociones, ya que has vivido durante muchos años con la idea de que eran o bien negativas y perjudiciales o bien peligrosas y poco útiles y por tanto, lo mejor era ignorarlas.

Durante el proceso terapéutico:

  • Logras soltar el excesivo control y la preocupación constante.
  • Te das cuenta de que separar radicalmente la razón de la emoción pertenece a un antiguo paradigma que hoy en día ya no tiene ningún sentido.
  • Consigues hacer ajustes creativos con toda esa racionalidad desmesurada.
  • Aprendes a manejarte mejor con tu cerebro límbico, con ese mundo emocional más temido o desconocido para ti.
  • Cambias creencias que ahora, de adulto, son desadaptativas, como que la parte emocional implica debilidad porque escapa a tu control.
  • Consigues equilibrar ambos hemisferios cerebrales, reparando las disfunciones cerebrales que tienen que ver con restaurar los desajustes emocionales.
  • Al lograr reequilibrar tu cerebro emocional y racional todo se transforma por dentro y por fuera. Todas tus relaciones cambian.
  • Dejas de pensar que las emociones son peligrosas por lo que ya no necesitas inhibir o evitar las emociones ni los conflictos.
  • Superas el temor a sentirte débil o vulnerable con tus emociones.
  • Te comportas con menos rigidez y distanciamiento emocional.
  • Sueltas rigidez y control.
  • Los demás empiezan a verte como alguien empático, accesible y mucho más cercano.

¿Soy demasiado emocional?

Es muy probable que en tu infancia tus padres se mostraran muy impredecibles, inconsistentes ante tus necesidades, que todo fuera muy cambiante, que no hubiera una conexión coherente entre lo que tú necesitabas y lo que a veces recibías. Todo ello te provocaba ansiedad y una gran inseguridad porque seguramente no había ningún tipo de consistencia, predictibilidad o seguridad por parte de tus padres. Tampoco podías concentrarte mucho en el colegio y es probable que a veces tuvieras dificultades de aprendizaje. ¿Cómo ibas a ser capaz de tranquilizarte tú si tus padres no estaban tranquilos? Si no sabías cómo iban ellos a reaccionar. Si muchas veces respondían de una manera exagerada y sobreprotectora, y en otras ocasiones no obtenías respuesta alguna o no era congruente. A veces era tu padre o tu madre, o los dos, los que tenían estallidos de rabia, miedo, tristeza que no eran capaces de contener. Es muy lógico que con todo ello, tu regulación emocional esté deteriorada.

Como consecuencia de ello, es probable que te sientas inseguro, que busques la aprobación de los demás. Que a menudo sientas miedo a ser rechazado, a no ser suficientemente valioso o interesante. A que tu pareja te deje, aunque no tenga motivos aparentes.

De adulto, sobre todo en las discusiones y conflictos, muchas veces sientes que no puedes más y, aunque intentas controlar tus emociones, no lo consigues y estallas. Se dispara ese desbordamiento emocional que nadie entiende. Entonces te puedes mostrar impulsivo, ansioso, agresivo, demandante, inseguro, a veces dependiente o celoso e incluso déspota. Todo esto te ocasiona sufrimiento. Pero no es solo tu sufrimiento lo que te angustia, es también el de los demás que se ven afectados, porque no entienden la intensidad con la que expresas y sientes tus emociones.

En tus relaciones de pareja es fácil que a menudo te comportes de esta manera:

Tu tendencia natural que se va a disparar sobre todo cuando perdéis la conexión es:

Lo que sueles hacer con tu pareja es:

Atacar, criticar, insistir, reprochar, juzgar, perseguir, culpar, agobiar, exigir, suplicar, controlar, preguntar insistentemente…

Lo que sueles sentir respecto de tu pareja:

  • Me siento muy solo, aunque esté en pareja.
  • No soy tan importante para mi pareja.
  • Me siento triste, inseguro, dañado.

Lo que deseas:

  • Ser la prioridad de tu pareja.
  • Ser importante para tu pareja.
  • Sentirte amado.

Lo que temes:

  • Miedo a ser abandonado.
  • ¿Te resuena algo de esto?

Entre otras muchas cosas lo que vas a lograr con la terapia es:

  • Comprender por qué te sucede realmente todo esto.
  • Aplacar el volcán (así lo llamamos cariñosamente) que se apodera de ti.
  • Resolver esta dificultad y el malestar cuando entiendes que las emociones se pueden gestionar mediante el pensamiento. Cuando aprendes cómo puedes conectar con tu cerebro racional (córtex) en medio de ese caos emocional.
  • Sintonizar con ese mundo racional al que, cuando sufres tal impacto emocional, no puedes acceder. La amígdala en el cerebro límbico literalmente se bloquea y se interrumpen las conexiones cerebrales con el cerebro racional. Esto te deja incapacitado para serenarte, poder pensar con claridad y tomar buenas decisiones.
  • Aprender a expresar adecuadamente y manejar tus emociones, a controlar su intensidad y a gestionarlas, en lugar de tener que arrepentirte después de todo ese despliegue de agresividad (desprecios, rabia, gritos, llanto desproporcionado, reproches, críticas feroces, improperios…) que no has podido parar. De todo eso que has dicho en pleno volcán pero que en realidad, cuando te calmas, no piensas, o lo piensas pero no lo has expresado bien.

Ya seas una persona más racional o emocional…

Cuando trabajamos todo esto en la terapia, te das cuenta de que la emoción es un fenómeno cerebral totalmente diferente del pensamiento. Posee su propio hemisferio, su base neuroquímica y fisiológica. El cerebro límbico, implicado fundamentalmente en las respuestas emocionales básicas, gobierna muchos de los procesos fisiológicos del cuerpo. Por tanto influye sobre la salud física, el sistema inmune y la mayoría de los principales órganos del cuerpo. Como ves, es demasiado importante como para perderte su adecuada regulación.

Vas a poder comprender el rol que sin darte cuenta desempeñas con tu pareja y transformarlo para sentir más conexión, confianza y seguridad en tu relación.

Durante el proceso terapéutico notarás cómo tu malestar progresivamente va transformándose en auto-dominio y control personal. Logras equilibrar tus pensamientos y estabilidad emocional, lo que te proporciona una gran satisfacción y una mejora espectacular en todas tus relaciones personales y también profesionales. Como consecuencias se produce una gran transformación en tu calidad de vida.

Si crees que este artículo puede ser interesante para otras personas que conozcas, por favor, te ruego lo reenvíes y compartas en tus redes sociales.

Te agradecemos enormemente tu generosidad, tu atención y tu tiempo.

Que tengas un gran día.

Contacto

¿A qué podría parecerse hacer terapia? Imagínatela como un viaje reparador...

Nuestra manera de entender el trabajo psicoterapéutico es ayudarte a resolver tu malestar para que puedas alcanzar lo antes posible el bienestar que necesitas, mejorando tu calidad de vida de forma duradera. Este es nuestro cometido, y la responsabilidad y compromiso que elegimos tener contigo.

Entendemos la psicoterapia como una experiencia transformadora capaz de cambiar la forma de verte a ti mismo y a los demás y de relacionarte con ellos.

Para que puedas entender mejor lo que para nosotros significa hacer un proceso terapéutico, nos gusta comparar nuestro proceso con un viaje que te lleva a vivir una experiencia emocional verdaderamente reparadora.

El primer paso de nuestro particular viaje es hacer una evaluación. No pretendemos encasillarte en un determinado cuadro patológico, sino organizar la información que nos proporcionas para poder establecer el foco adecuado y las metas terapéuticas. El segundo paso del viaje es diseñar una buena planificación, saber dónde vamos y cómo llegar sin rodeos a nuestro destino. El tercer paso es la intervención terapéutica.

Antes de embarcarnos en lo que es un viaje difícil o complejo, para sentirnos más seguros y con la menor tensión posible y conseguir llegar a nuestro verdadero destino, es conveniente planificar y preparar adecuadamente todo lo necesario para acometer con éxito nuestro viaje:

  • Sabemos dónde queremos ir y por qué necesitamos hacer el viaje.
  • Determinamos si el viaje es completamente realista, teniendo en cuenta el tiempo, la energía y los recursos que disponemos, así como el nivel de riesgo.
  • Disponemos de un buen mapa de carreteras: nuestro tratamiento terapéutico.
  • Hacemos un balance de los puntos fuertes y débiles (tanto de los nuestros como psicoterapeutas como de los tuyos como cliente). Identificamos los aspectos problemáticos y los recursos potenciales con los que contamos para apoyarnos en ellos durante el viaje.
  • El trabajo de un guía es, entre otras cosas, conocer a la perfección todo lo relativo al viaje. Por eso, como guías, tenemos conocimientos específicos sobre viajar (especialmente somos expertos en cómo movernos por territorios poco conocidos o peligrosos). Nuestra profesionalidad y credibilidad como guías de viaje está asegurada.
  • Nos preparamos para todas las sorpresas y posibles incidencias que nos pudiéramos encontrar por el camino: como controles de carretera, desvíos y peligros (sabiendo de antemano cómo responder a todos ellos).
  • Nos preocupamos de disponer de todo lo que emocionalmente hace falta para resultar unos buenos compañeros de viaje, sin juzgarte, ni criticarte ni aconsejarte: haciéndote sentir seguro, comprendido, tranquilo, confiado, estimulado y en todo momento apoyado para que puedas aprovechar y nutrirte del viaje lo máximo posible.
  • Establecemos el ritmo necesario que es el adecuado para este viaje concreto.
  • Es más probable que no nos perdamos y que el viaje tenga éxito cuando se va acompañado de un guía experto en el territorio. No obstante, en el supuesto caso de que nos perdiéramos, sabemos lo qué debemos hacer exactamente.
  • El guía (psicoterapeuta) desempeñará un rol activo para evitar la dispersión y para mantenerse dentro de los límites del foco terapéutico que nos asegurará la llegada a nuestro destino.
  • Sabemos cuándo hemos llegado al destino o cuándo hemos hecho un recorrido “suficiente” para ti (teniendo en cuenta tus deseos de hasta dónde quieres llegar exactamente, evitando hacer un viaje terapéutico largo y profundo si no es eso lo que verdaderamente deseas).
Algunos viajes suponen descubrir un nuevo mundo interno y externo

Al finalizar el viaje, a través de ese vínculo sagrado de confianza y seguridad que hemos creado entre nosotros, habrás aprendido a identificar, legitimar, regular y manejar tus emociones, pensamientos y conductas de una manera más sana y beneficiosa para ti y para tus relaciones.

Este tipo de viaje, con este guía en concreto, te habrá proporcionado una mirada interior, un verdadero autoconocimiento, te habrá provocado reflexión y facilitado el cambio y la transformación interior. Te habrás llevado valiosas experiencias, herramientas y nuevos recursos perdurables en el tiempo que te preparan para afrontar las situaciones complejas que puedan darse en cualquier otro reto que decidas acometer a partir de ahora, solo o en compañía de otros viajeros. Sin darte cuenta, tú mismo, te habrás convertido en un gran guía.

La buena psicoterapia, como los buenos viajes, te transforma por dentro y se nota por fuera

Puede ayudarte a despejar tus dudas sobre si la terapia es para ti o no, conocer cuáles son las problemáticas más frecuentes que trabajamos diariamente en la consulta.

En nuestras sesiones de terapia vas a encontrar solución a tus problemas:

  • Cuando tienes un problema y no puedes parar de darle vueltas en tu cabeza y está interfiriendo en tu vida cotidiana.
  • Cuando te cuesta expresar lo que sientes y sólo lo racional te hace sentirte cómodo.
  • Cuando te sientes desbordado por tus emociones.
  • Cuando evitas todo lo que puedes los conflictos y prefieres ceder tú ante los demás.
  • Cuando te sientes insatisfecho y tienes la sensación de que te falta algo esencial para ti.
  • Cuando sufres con tus relaciones ya sean familiares, laborales, amorosas, sociales.
  • Cuando no consigues controlar tus impulsos.
  • Cuando te sientes aislado, criticado o rechazado por los demás. Cuando te sientes víctima.
  • Cuando sientes que “tú no puedes” y recurres a “depender compulsivamente” de otros.
  • Cuando te sientes inseguro, cuando te exiges demasiado o cuando no te gusta cómo eres realmente y tu autoestima se ve mermada.
  • Cuando te sientes confuso y te cuesta muchísimo tomar decisiones.
  • Cuando quieres aprender a resolver mejor tus conflictos internos y externos.
  • Cuando te cuesta decir no y sientes temor a que los demás se enfaden o te rechacen.
  • Cuando deseas aprender habilidades para relacionarte mejor con los demás porque te cuesta crear, mantener, posicionarte o romper relaciones.
  • Cuando has estado deprimido, ansioso, inseguro, bloqueado o enojado desde hace tiempo y ya no quieres seguir así más tiempo.
  • Cuando tienes problemas laborales, te sientes desmotivado, incapaz o sufres acoso laboral
  • Cuando lamentablemente padeces una enfermedad que interfiere en tu bienestar.
  • Cuando no te sientes bien contigo mismo porque ocupa demasiado espacio en tu vida la tristeza, el estrés, la ansiedad, el miedo, la preocupación o la vergüenza.
  • Cuando tu pasado te atormenta y tu futuro te asusta y te impide disfrutar del presente.
  • Cuando has perdido la ilusión por la vida y te cuesta disfrutar de las cosas.
  • Cuando atraviesas problemas puntuales como la pérdida de un trabajo, la crianza o la partida de los hijos. Cuando te enfrentas a una pérdida por la muerte de un ser querido. Cuando te encuentras en una situación de crisis vital. Cuando deseas perder peso y no lo consigues por ti mismo. Cuando te sientes abrumado por un nuevo empleo. Cuando te agobian en exceso las responsabilidades…

¿Te identificas con alguna de esas situaciones? Si es así, ya NO tienes que afrontarlo tú solo.

Si te acompaña un sentimiento de malestar o insatisfacción prolongado y resta tu calidad de vida, es el momento de plantearte que la terapia es para ti.

No olvides que, como tú, todos nosotros nos hemos encontrado en un momento dado en una situación difícil en nuestra vida, y hemos necesitado recibir asesoramiento de un experto que nos ayudó a mitigar nuestro dolor, a recuperarnos y a conseguir lo que verdaderamente necesitábamos.

Da igual si eres hombre o mujer, no importa tu edad, ni a qué te dedicas en la vida, tampoco importa si tienes más o menos dinero ni más o menos estudios. La buena noticia es que cualquier persona puede beneficiarse de la terapia.

Como regla general, cuanto más tiempo duran los síntomas más se agravan los problemas y más cuesta erradicarlos. Cuanto más interfieran en tu vida diaria, más necesitarás recurrir a un tratamiento profesional.

La terapia te proporciona un gran alivio para tu malestar o sufrimiento.

Propone soluciones para todo aquello que te resulta inquietante, agotador, aterrador, espantoso…

Supone una transformación inimaginable.

¿Tienes dudas o temores ante hacer terapia?

En la actualidad, cada vez más personas van a terapia y la psicología está ya en boca de todos. Hacer terapia resulta algo de lo más natural. Afortunadamente ya no se asocia con tener problemas mentales, sino con reconocer que a veces carecemos de herramientas suficientes para afrontar situaciones difíciles que todos vivimos.

Las grandes personas como tú, también necesitan sentirse apoyadas
A la hora de iniciar una terapia, te pueden surgir dudas como estas:
  • ¿Tiene solución lo que a mí me pasa?
  • ¿Es terapia lo que yo necesito?
  • ¿Voy a perder mi tiempo y mi dinero?
  • ¿Me van a cambiar mi personalidad?
  • ¿Creerán que estoy peor de lo que estoy?
  • ¿Voy a descubrir cosas que no sé si quiero saber?
  • ¿Acertaré con el terapeuta?
  • ¿Qué pensará el terapeuta de mí?
  • ¿Se enterará alguien de lo que cuento o será totalmente confidencial?
  • ¿Y mi familia y amistades, qué les voy a decir?
  • ¿Pensarán que estoy peor porque voy a terapia?
  • ¿Me juzgarán?

Seguro que alguna de estas dudas o parecidas te surgen. Puedes resolverlas en nuestras preguntas frecuentes.

En ocasiones, hay algunas personas a las que acudir a la primera sesión de terapia les supone cierta vergüenza. Puedes creer que lo estás haciendo mal. Te puede entrar miedo o temor a ser juzgado. A que te consideren más débil o incluso loco…

Puedes cuestionarte si “otros son más capaces que tú”. Incluso puedes llegar a pensar que eres un “desastre” o que has “fallado” como madre, padre, hijo, amigo, esposo, profesional… por no haberlo podido solucionar por ti mismo.

De la misma forma que no sientes que has fallado cuando no puedes reparar por ti mismo el coche, hacer terapia tampoco significa que hayas fallado. ¡Nada más lejos de la realidad! Es justo lo contrario: Las personas más fuertes y valientes se forjan a base de enfrentar retos.

Es completamente lógico y normal que sientas nervios, y que al principio te cueste un poco, tomar la decisión de iniciar un proceso de terapia. Nos pasa a todos.

Implica ponerte en manos de un desconocido y revelarle tus asuntos íntimos.

Es una experiencia totalmente nueva que te puede conectar con tu vulnerabilidad, con una sensación de vergüenza y cierta minusvalía, conectarte con tus miedos, carencias e inseguridades.

A todos nos asusta mirar dentro de nosotros mismos, por eso tendemos a minimizar la gravedad de nuestros problemas.

Tener el coraje de aceptar que necesitas ayuda es una señal de fortaleza y de inteligencia.

Involucrarte en una terapia demuestra que eres muchísimo más valiente, capaz y valioso de lo que tú crees aunque ahora no te sientas así. Y precisamente esto es una de las cosas que vas a poder averiguar y sentir en el proceso terapéutico.

Las personas que acudís a terapia sois mucho más valientes, nobles y responsables.

Eres valiente por decidirte a venir, por atreverte a revelar tus asuntos íntimos, a descubrir lo que verdaderamente te sucede, por aceptar tus limitaciones, por reconocer tus carencias, por invertir tu tiempo y dinero para conseguir aquello que necesitas, por querer crecer y evolucionar, por hacer frente a tus problemas, por responsabilizarte en buscar soluciones eficaces, por no “echar balones fuera”, engañarte o culpar a los demás de tu malestar.

Una excelente manera de abordar tus temores  es contarnos lo que te preocupa

Tener el arrojo de superar esa ansiedad inicial puede brindarte una sensación de alivio, coraje y optimismo.

Pedir ayuda es el primer paso en el proceso para que puedas sentirte mejor.

Vale la pena porque cualquier persona puede beneficiarse de un proceso terapéutico. Si en algún momento tu calidad de vida no es la que deseas, no cabe duda de que la psicoterapia puede ayudarte enormemente.