Mitos erróneos en la pareja

Existen muchos mitos o creencias erróneas que podemos encontrar en nuestro inconsciente y que dañan irremediablemente las relaciones de pareja. Analizaremos brevemente los que con mayor frecuencia nos hemos encontrado en nuestra experiencia clínica en SOLTAR y SALTAR:

EL MITO DE “NO HAY QUE TENER SEXO CUANDO ESTAMOS ENFADADOS”.

Existe la errónea creencia de que a menos que todo vaya bien, que no existan sentimientos desagradables ni tensiones actuales, no tendremos relaciones sexuales. Es un hecho constatado que muchas parejas disfuncionales utilizan el sexo como arma de poder y de control.

Los que ven el amor como un precursor esencial de sexo no se dan cuenta de que el amor a menudo surge del sexo, especialmente para el sexo masculino, ya que la mayoría de hombres entran por el sexo, y si encuentran lo que les gusta, llegan al amor. Los hechos hablan por sí solos: el afecto no parece ser tan importante para los hombres a la hora de establecer relaciones sexuales, al menos en el inicio. Sin embargo, las mujeres, en general entran por el amor, y si todo va bien; llegan al sexo.

Para la mayoría de los hombres una relación afectiva sin sexo es inconcebible, además de insoportable. Los hombres tienen claro que si la mujer les agrada como persona, el deseo sexual simplemente es la llave para seguir avanzando. Para muchas mujeres, una relación de pareja sin cariño es insostenible y aterradora. Esto no quiere decir que lo sexual no sea importante para las mujeres sino que, sin afecto, es incompleto. Los problemas comienzan cuando se rompe el equilibrio entre las necesidades de uno y otro. Mucho amor y nada de sexo, o viceversa, predisponen a la ruptura.

Otra creencia errónea muy extendida también es pensar que el amor y el buen sexo van juntos. En realidad, muchas parejas han experimentado que, a pesar de sentir gran amor y afecto, el sexo no era enteramente satisfactorio, mientras que con otra persona –donde el amor no estaba siquiera presente- el sexo era inmejorable.

Es importante recordar que los mensajes de amor y los mensajes sexuales no son sinónimos. En algunos casos, incluso el amor puede disminuir el sexo. Es el caso de muchas mujeres que relatan en la consulta que cuando están profundamente enamoradas a veces se concentran tanto en el componente afectivo que su excitación y sus impulsos sexuales se diluyen en una estimulación erótica disminuida. Pero cuando están simplemente apasionadas “físicamente” pueden realmente concentrarse en el sexo.

Las personas que insisten en que el sexo y el amor tienen que ir juntos, y que la rabia, resentimiento e irritación deben ser eliminados antes de que pueda surgir el sexo amoroso, se encontrarán muy frustradas la mayoría de las veces. Una buena solución es aprender a disfrutar una variedad de alternativas sexuales, las podemos llamar “ajustes creativos sexuales”, tales como: sexo amoroso, sexo erótico, sexo lujurioso, sexo juguetón, sexo afectuoso, sexo rápido, y hasta sexo iracundo o furioso, etc. Esto ayudará a tener menos conflictos y mejores relaciones en pareja, que las personas que limitan su escala de experiencia sexual.

EL MITO DE “LA TOTAL CONFIANZA”.

Las parejas sanas no tienden a fundamentarse en la confianza total, sino en un matiz de inseguridad. Estar absolutamente seguro de la fidelidad, lealtad o devoción de nuestra pareja puede ser desastroso, como lo es todo aquello que se lleva al extremo, que al final tiene consecuencias desfavorables.

Demasiada seguridad engendra una sutil falta de respeto. Es más realista creer que nuestra pareja es un ser humano falible, imperfecto, que podría sucumbir a la tentación bajo ciertas circunstancias. A menos que mantengamos cierto grado de vigilancia, sería posible ser reemplazada.
El “valor en el mercado” que se atribuye a la pareja es otro factor importante. Si vemos a nuestra pareja demasiado casera, poco interesante, etc. como para atraer a otra persona valiosa, esta total confianza y seguridad no va a generar mucho respeto, excitación o satisfacción en nosotros. Sin embargo si consideramos a nuestra pareja muy capaz de atraer a otras personas y de responder a estas insinuaciones si les descuidamos demasiado o maltratamos dentro de la relación, es muy probable que esto haga que aumentemos inconscientemente las atenciones, muestras de interés y afecto.

Las parejas inteligentes no se dan por satisfechas; viven con un grado de inseguridad y se perciben mutuamente como capaces de atraer y ser atraídos por otro.

El matiz de inseguridad mantiene a una pareja viva, interesante, hasta excitante. Nos previene de dar las cosas por sentadas, engordar demasiado, volvernos descuidados, brindar más atención de la necesaria al trabajo en lugar de a la pareja o mostrarnos irrespetuosos. Más aún, estimula y mantiene el nivel de amor e interés afectuosos que invita a salvaguardar la pareja.

EL MITO DE “LA COMPETENCIA EN LA PAREJA ESTIMULA LA RELACIÓN”.

La competencia entre la pareja tiene tanto sentido como tirar piedras contra tu ventana. La competencia es corrosiva; corroe totalmente la esencia del compañerismo y la confianza que forman la base de una buena pareja. La actitud competitiva tiende a disminuir la reciprocidad, los esfuerzos conjuntos y las metas comunes que caracterizan las interacciones de las parejas exitosas.

En las relaciones altamente competitivas, los miembros luchan por el liderazgo, funcionando como rivales en lugar de hacerlo como compañeros de equipo. Cuando la pareja se transforma en una contienda, no bajan sus guardias. Cada situación representa una amenaza y exige regateos y roces para sacar ventajas. Parecen incapaces de confiar en nada que provenga del otro; hasta los signos de afecto son vistos con sospecha.

Estas peligrosas contiendas del ego son antinaturales. Si los cónyuges no son un par colaborativo, se viola el principal propósito de estar en pareja. Para que una relación merezca ser preservada, debe haber participación, coalición y capacidad para buscar soluciones en equipo cuando surjan desacuerdos. Solo una relación no competitiva permite desarrollar la suficiente confianza para que ambos puedan ser auténticos.

EL MITO DE “SI ME QUIERES DE VERDAD, ADIVINARÁS LO QUE PIENSO, SIENTO Y NECESITO”.

Esta es otra creencia vinculada con la falacia romántica de que la verdadera compatibilidad involucra “compartir una sola mente”, o “estar en la misma onda”. Algo así como que el verdadero amor otorga los poderes de la telepatía.

Los buenos amantes, esposos, hasta los compañeros de trabajo y los amigos funcionan óptimamente cuando se entienden entre sí hasta cierto grado y son perceptivos de los sentimientos, opiniones y preferencias del otro. Pero también es muy cierto que es muy probable que la mayoría de las veces simplemente malinterpretamos los pensamientos y sentimientos ajenos. Si cada gesto de protección y consideración o generosidad debe ser explícitamente logrado mediante manipulación de la pareja (si me quieres tendrías que saber lo que necesito…), esto quebrantará la calidad de la alianza de esa pareja.

En las uniones exitosas no hay lectura mental, ni manipulación ni intentos de reconstruir o cambiar al otro. Dejemos de manipular a nuestra pareja y concentremos nuestra energía en comunicar asertivamente lo que necesitamos, sentimos y deseamos, esta será la mejor forma de lograr satisfacer nuestras auténticas y reales necesidades y de fortalecer el vínculo con nuestra pareja.

EL MITO DE “ES MI RESPONSABILIDAD HACER FELIZ A MI PAREJA”.

Las desilusiones, frustraciones e incluso los trastornos emocionales, son una parte inevitable de la convivencia en pareja. Intentar escapar de lo inevitable sólo intensifica la frustración y esto puede conducir a reproches y a una mayor infelicidad.

No es responsabilidad de un miembro de la pareja hacer feliz al otro. Cada uno es responsable de su propia felicidad o infelicidad. Las personas felices no se concentran ni obsesionan con hacerse felices a sí mismos ni a los demás, en lugar de esto, se hacen responsables de sus
propios sentimientos y buscan soluciones y actividades placenteras.

Los problemas son inevitables cuando esperamos que el otro nos haga feliz a nosotros. Esto lo que provoca, además de reproches, es una tendencia a sentarse a esperar y conseguir desesperarse más. Esto genera un estado de pasividad y letargo que tiende frecuentemente a la depresión.

Las relaciones de pareja felices se afirman sobre la capacidad de negociar, transigir y evitar papeles rígidos o imperativos categóricos. Esto presupone un grado de madurez, donde ambos aceptan la responsabilidad de su propia felicidad.

EL MITO DE “HAY QUE LUCHAR POR LA PAREJA”.

Si por luchar por la pareja entendemos anteponer constantemente las necesidades de la otra persona a las propias entonces estamos en un gran error. La convivencia en pareja requiere de adaptaciones y readaptaciones que son diferentes del “esfuerzo”. Lo que sí necesita la convivencia en pareja es “dedicación”. Toda pareja sana está basada en concesiones mutuas y para ello es muy útil aprender a negociar “asertivamente” en pareja. Sacrificar tus propias necesidades, anteponiendo primero las de tu pareja, pensando que lo haces para luchar por vuestro amor, sólo te conducirá tarde o temprano a la ruptura de la pareja.

Cuando se requieren demasiadas concesiones, la pareja tiende a separarse. Si se dedica demasiado tiempo al logro de ambiciones personales, es probable el colapso relacional.

En la mayoría delas parejas exitosas los miembros no viven pegados el uno al otro, sino que aceptan una parcela importante de libertad y espacios mutuos y se dan cuenta de que es necesaria cierta dedicación (afecto conyugal, excitación romántica, etc.) para mantener interesado al otro miembro de la pareja.

EL MITO DE “TENER UN HIJO SALVARÁ MI MALA RELACIÓN DE PAREJA”

Pensar que un hijo mejorará la mala relación de pareja supone una carga adicional a la pareja y sólo sirve para empeorar las cosas. Las responsabilidades de una buena crianza son enormes. Tener un hijo puede traer a la luz conflictos ocultos y diferencias importantes de opinión en
parejas que previamente habían funcionado armoniosamente. Si se quiere preservar esa armonía es fundamental que los miembros de la pareja se pongan de acuerdo sobre aspectos como el cuidado y la disciplina de los hijos, su educación, la ubicación del hogar, la asignación del presupuesto familiar y otras cuestiones similares importantes. Las parejas con conflictos se caracterizan a menudo por su conflicto entre las ambiciones personales de los miembros de la pareja y el bienestar de la familia.

Las tensiones en la pareja pueden disiparse con el nacimiento o la adopción de un bebé temporalmente, ya que el bebé puede servir a prior para distraer la atención de los padres, pero las tensiones desatendidas con toda probabilidad emergerán tarde o temprano, con la carga adicional que implica el cuidado de un ser totalmente dependiente de ambos. El advenimiento de un bebé es un punto de crisis en las parejas que sitúa nuevas exigencias sobre la pareja (ambos miembros tienen ahora que sacrificar muchos de sus propios deseos egoístas, cambiar el nosotros tres en lugar del yo). Si la pareja tiene incorporados hábitos y respuestas inadecuadas para la nueva situación, la desintegración familiar es inevitable.

Si crees que este artículo puede ser interesante para otras personas que conozcas, por favor, te ruego lo reenvíes y compartas en tus redes sociales.

Te agradecemos enormemente tu generosidad, tu atención y tu tiempo.

Que tengas un gran día.

Contacto

¿A qué podría parecerse hacer terapia? Imagínatela como un viaje reparador...

Nuestra manera de entender el trabajo psicoterapéutico es ayudarte a resolver tu malestar para que puedas alcanzar lo antes posible el bienestar que necesitas, mejorando tu calidad de vida de forma duradera. Este es nuestro cometido, y la responsabilidad y compromiso que elegimos tener contigo.

Entendemos la psicoterapia como una experiencia transformadora capaz de cambiar la forma de verte a ti mismo y a los demás y de relacionarte con ellos.

Para que puedas entender mejor lo que para nosotros significa hacer un proceso terapéutico, nos gusta comparar nuestro proceso con un viaje que te lleva a vivir una experiencia emocional verdaderamente reparadora.

El primer paso de nuestro particular viaje es hacer una evaluación. No pretendemos encasillarte en un determinado cuadro patológico, sino organizar la información que nos proporcionas para poder establecer el foco adecuado y las metas terapéuticas. El segundo paso del viaje es diseñar una buena planificación, saber dónde vamos y cómo llegar sin rodeos a nuestro destino. El tercer paso es la intervención terapéutica.

Antes de embarcarnos en lo que es un viaje difícil o complejo, para sentirnos más seguros y con la menor tensión posible y conseguir llegar a nuestro verdadero destino, es conveniente planificar y preparar adecuadamente todo lo necesario para acometer con éxito nuestro viaje:

  • Sabemos dónde queremos ir y por qué necesitamos hacer el viaje.
  • Determinamos si el viaje es completamente realista, teniendo en cuenta el tiempo, la energía y los recursos que disponemos, así como el nivel de riesgo.
  • Disponemos de un buen mapa de carreteras: nuestro tratamiento terapéutico.
  • Hacemos un balance de los puntos fuertes y débiles (tanto de los nuestros como psicoterapeutas como de los tuyos como cliente). Identificamos los aspectos problemáticos y los recursos potenciales con los que contamos para apoyarnos en ellos durante el viaje.
  • El trabajo de un guía es, entre otras cosas, conocer a la perfección todo lo relativo al viaje. Por eso, como guías, tenemos conocimientos específicos sobre viajar (especialmente somos expertos en cómo movernos por territorios poco conocidos o peligrosos). Nuestra profesionalidad y credibilidad como guías de viaje está asegurada.
  • Nos preparamos para todas las sorpresas y posibles incidencias que nos pudiéramos encontrar por el camino: como controles de carretera, desvíos y peligros (sabiendo de antemano cómo responder a todos ellos).
  • Nos preocupamos de disponer de todo lo que emocionalmente hace falta para resultar unos buenos compañeros de viaje, sin juzgarte, ni criticarte ni aconsejarte: haciéndote sentir seguro, comprendido, tranquilo, confiado, estimulado y en todo momento apoyado para que puedas aprovechar y nutrirte del viaje lo máximo posible.
  • Establecemos el ritmo necesario que es el adecuado para este viaje concreto.
  • Es más probable que no nos perdamos y que el viaje tenga éxito cuando se va acompañado de un guía experto en el territorio. No obstante, en el supuesto caso de que nos perdiéramos, sabemos lo qué debemos hacer exactamente.
  • El guía (psicoterapeuta) desempeñará un rol activo para evitar la dispersión y para mantenerse dentro de los límites del foco terapéutico que nos asegurará la llegada a nuestro destino.
  • Sabemos cuándo hemos llegado al destino o cuándo hemos hecho un recorrido “suficiente” para ti (teniendo en cuenta tus deseos de hasta dónde quieres llegar exactamente, evitando hacer un viaje terapéutico largo y profundo si no es eso lo que verdaderamente deseas).
Algunos viajes suponen descubrir un nuevo mundo interno y externo

Al finalizar el viaje, a través de ese vínculo sagrado de confianza y seguridad que hemos creado entre nosotros, habrás aprendido a identificar, legitimar, regular y manejar tus emociones, pensamientos y conductas de una manera más sana y beneficiosa para ti y para tus relaciones.

Este tipo de viaje, con este guía en concreto, te habrá proporcionado una mirada interior, un verdadero autoconocimiento, te habrá provocado reflexión y facilitado el cambio y la transformación interior. Te habrás llevado valiosas experiencias, herramientas y nuevos recursos perdurables en el tiempo que te preparan para afrontar las situaciones complejas que puedan darse en cualquier otro reto que decidas acometer a partir de ahora, solo o en compañía de otros viajeros. Sin darte cuenta, tú mismo, te habrás convertido en un gran guía.

La buena psicoterapia, como los buenos viajes, te transforma por dentro y se nota por fuera

Puede ayudarte a despejar tus dudas sobre si la terapia es para ti o no, conocer cuáles son las problemáticas más frecuentes que trabajamos diariamente en la consulta.

En nuestras sesiones de terapia vas a encontrar solución a tus problemas:

  • Cuando tienes un problema y no puedes parar de darle vueltas en tu cabeza y está interfiriendo en tu vida cotidiana.
  • Cuando te cuesta expresar lo que sientes y sólo lo racional te hace sentirte cómodo.
  • Cuando te sientes desbordado por tus emociones.
  • Cuando evitas todo lo que puedes los conflictos y prefieres ceder tú ante los demás.
  • Cuando te sientes insatisfecho y tienes la sensación de que te falta algo esencial para ti.
  • Cuando sufres con tus relaciones ya sean familiares, laborales, amorosas, sociales.
  • Cuando no consigues controlar tus impulsos.
  • Cuando te sientes aislado, criticado o rechazado por los demás. Cuando te sientes víctima.
  • Cuando sientes que “tú no puedes” y recurres a “depender compulsivamente” de otros.
  • Cuando te sientes inseguro, cuando te exiges demasiado o cuando no te gusta cómo eres realmente y tu autoestima se ve mermada.
  • Cuando te sientes confuso y te cuesta muchísimo tomar decisiones.
  • Cuando quieres aprender a resolver mejor tus conflictos internos y externos.
  • Cuando te cuesta decir no y sientes temor a que los demás se enfaden o te rechacen.
  • Cuando deseas aprender habilidades para relacionarte mejor con los demás porque te cuesta crear, mantener, posicionarte o romper relaciones.
  • Cuando has estado deprimido, ansioso, inseguro, bloqueado o enojado desde hace tiempo y ya no quieres seguir así más tiempo.
  • Cuando tienes problemas laborales, te sientes desmotivado, incapaz o sufres acoso laboral
  • Cuando lamentablemente padeces una enfermedad que interfiere en tu bienestar.
  • Cuando no te sientes bien contigo mismo porque ocupa demasiado espacio en tu vida la tristeza, el estrés, la ansiedad, el miedo, la preocupación o la vergüenza.
  • Cuando tu pasado te atormenta y tu futuro te asusta y te impide disfrutar del presente.
  • Cuando has perdido la ilusión por la vida y te cuesta disfrutar de las cosas.
  • Cuando atraviesas problemas puntuales como la pérdida de un trabajo, la crianza o la partida de los hijos. Cuando te enfrentas a una pérdida por la muerte de un ser querido. Cuando te encuentras en una situación de crisis vital. Cuando deseas perder peso y no lo consigues por ti mismo. Cuando te sientes abrumado por un nuevo empleo. Cuando te agobian en exceso las responsabilidades…

¿Te identificas con alguna de esas situaciones? Si es así, ya NO tienes que afrontarlo tú solo.

Si te acompaña un sentimiento de malestar o insatisfacción prolongado y resta tu calidad de vida, es el momento de plantearte que la terapia es para ti.

No olvides que, como tú, todos nosotros nos hemos encontrado en un momento dado en una situación difícil en nuestra vida, y hemos necesitado recibir asesoramiento de un experto que nos ayudó a mitigar nuestro dolor, a recuperarnos y a conseguir lo que verdaderamente necesitábamos.

Da igual si eres hombre o mujer, no importa tu edad, ni a qué te dedicas en la vida, tampoco importa si tienes más o menos dinero ni más o menos estudios. La buena noticia es que cualquier persona puede beneficiarse de la terapia.

Como regla general, cuanto más tiempo duran los síntomas más se agravan los problemas y más cuesta erradicarlos. Cuanto más interfieran en tu vida diaria, más necesitarás recurrir a un tratamiento profesional.

La terapia te proporciona un gran alivio para tu malestar o sufrimiento.

Propone soluciones para todo aquello que te resulta inquietante, agotador, aterrador, espantoso…

Supone una transformación inimaginable.

¿Tienes dudas o temores ante hacer terapia?

En la actualidad, cada vez más personas van a terapia y la psicología está ya en boca de todos. Hacer terapia resulta algo de lo más natural. Afortunadamente ya no se asocia con tener problemas mentales, sino con reconocer que a veces carecemos de herramientas suficientes para afrontar situaciones difíciles que todos vivimos.

Las grandes personas como tú, también necesitan sentirse apoyadas
A la hora de iniciar una terapia, te pueden surgir dudas como estas:
  • ¿Tiene solución lo que a mí me pasa?
  • ¿Es terapia lo que yo necesito?
  • ¿Voy a perder mi tiempo y mi dinero?
  • ¿Me van a cambiar mi personalidad?
  • ¿Creerán que estoy peor de lo que estoy?
  • ¿Voy a descubrir cosas que no sé si quiero saber?
  • ¿Acertaré con el terapeuta?
  • ¿Qué pensará el terapeuta de mí?
  • ¿Se enterará alguien de lo que cuento o será totalmente confidencial?
  • ¿Y mi familia y amistades, qué les voy a decir?
  • ¿Pensarán que estoy peor porque voy a terapia?
  • ¿Me juzgarán?

Seguro que alguna de estas dudas o parecidas te surgen. Puedes resolverlas en nuestras preguntas frecuentes.

En ocasiones, hay algunas personas a las que acudir a la primera sesión de terapia les supone cierta vergüenza. Puedes creer que lo estás haciendo mal. Te puede entrar miedo o temor a ser juzgado. A que te consideren más débil o incluso loco…

Puedes cuestionarte si “otros son más capaces que tú”. Incluso puedes llegar a pensar que eres un “desastre” o que has “fallado” como madre, padre, hijo, amigo, esposo, profesional… por no haberlo podido solucionar por ti mismo.

De la misma forma que no sientes que has fallado cuando no puedes reparar por ti mismo el coche, hacer terapia tampoco significa que hayas fallado. ¡Nada más lejos de la realidad! Es justo lo contrario: Las personas más fuertes y valientes se forjan a base de enfrentar retos.

Es completamente lógico y normal que sientas nervios, y que al principio te cueste un poco, tomar la decisión de iniciar un proceso de terapia. Nos pasa a todos.

Implica ponerte en manos de un desconocido y revelarle tus asuntos íntimos.

Es una experiencia totalmente nueva que te puede conectar con tu vulnerabilidad, con una sensación de vergüenza y cierta minusvalía, conectarte con tus miedos, carencias e inseguridades.

A todos nos asusta mirar dentro de nosotros mismos, por eso tendemos a minimizar la gravedad de nuestros problemas.

Tener el coraje de aceptar que necesitas ayuda es una señal de fortaleza y de inteligencia.

Involucrarte en una terapia demuestra que eres muchísimo más valiente, capaz y valioso de lo que tú crees aunque ahora no te sientas así. Y precisamente esto es una de las cosas que vas a poder averiguar y sentir en el proceso terapéutico.

Las personas que acudís a terapia sois mucho más valientes, nobles y responsables.

Eres valiente por decidirte a venir, por atreverte a revelar tus asuntos íntimos, a descubrir lo que verdaderamente te sucede, por aceptar tus limitaciones, por reconocer tus carencias, por invertir tu tiempo y dinero para conseguir aquello que necesitas, por querer crecer y evolucionar, por hacer frente a tus problemas, por responsabilizarte en buscar soluciones eficaces, por no “echar balones fuera”, engañarte o culpar a los demás de tu malestar.

Una excelente manera de abordar tus temores  es contarnos lo que te preocupa

Tener el arrojo de superar esa ansiedad inicial puede brindarte una sensación de alivio, coraje y optimismo.

Pedir ayuda es el primer paso en el proceso para que puedas sentirte mejor.

Vale la pena porque cualquier persona puede beneficiarse de un proceso terapéutico. Si en algún momento tu calidad de vida no es la que deseas, no cabe duda de que la psicoterapia puede ayudarte enormemente.