La autoestima tiene dos pilares fundamentales relacionados entre sí: la eficacia personal y el respeto a uno mismo. La esencia de la autoestima es confiar en la propia mente y en saber que somos merecedores de la felicidad. Si falta alguno de estos dos pilares, la autoestima se deteriora.
La eficacia personal
La eficacia personal significa la confianza frente a los desafíos de la vida, confiar en el funcionamiento de mi mente, en mi capacidad para pensar y entender, para aprender, elegir y tomar decisiones; confianza en mi capacidad para entender los hechos de la realidad que entran en el ámbito de mis intereses y necesidades; en creer y confiar en mí mismo.
El respeto a uno mismo significa reafirmarme en mi valía personal; es una actitud positiva hacia el derecho de vivir y de ser feliz; la confianza al reafirmar de forma apropiada mis pensamientos, mis deseos y mis necesidades; sentimiento de que la alegría y la satisfacción son derechos innatos naturales.
Si la autoestima es el razonamiento de que soy apropiado para la vida, la experiencia de ser competente y tener valía, si la autoestima es la consciencia de auto-afirmación, una mente que confía en sí misma, nadie puede generar y sostener esta experiencia sino yo mismo.
Una pobre autoestima no sólo inhibe el pensamiento sino que tiende a deformarlo. Si tenemos una mala reputación de nosotros mismos e intentamos identificar la motivación de alguna conducta, podemos reaccionar ansiosamente y a la defensiva y torcer nuestra mente para no ver lo que es obvio.
La base de una pobre autoestima no es la poca confianza sino el miedo. Una baja autoestima implica infelicidad personal, temor a lo desconocido, evita los desafíos. Renuncia a enfrentarse a las dificultades, o bien, lo intenta pero sin dar lo mejor de sí mismo.
Una autoestima saludable pronostica una gran felicidad personal, busca nuevas fronteras, nuevos desafíos, se esfuerza ante las dificultades. Busca la oportunidad digna de admiración, la autoconfianza, el amor a uno mismo, a la vida. Tendemos a sentirnos más cómodos, “como en casa”, con personas cuyo nivel de autoestima se parece al nuestro.
El respeto a uno mismo
Si no me respeto a mí mismo y acepto la falta de respeto, el abuso, o acepto que los demás me exploten, transmitiré inconscientemente este trato y algunas personas me tratarán de la misma forma. Si sucede esto y me resigno, el respeto a mí mismo se deteriorará todavía más. La autoestima baja, al igual que la alta, tienden a generar profecías que se cumplen por sí mismas.
Si me respeto a mí mismo y exijo a los demás que me traten con respeto, me mostraré y comportaré de manera que aumente la probabilidad de que los demás respondan de forma apropiada.
La tragedia de la vida de muchas personas es que buscan la autoestima en diferentes direcciones que no son la propia, y por lo tanto, fracasan en su búsqueda.
Cometemos el error de creer que sólo cuando conseguimos crear una impresión positiva en los demás, disfrutamos de un buen respeto a nosotros mismos.
Caemos en pensamientos erróneos del tipo: “sólo si consiguiera un ascenso, sólo si me convirtiera en madre, sólo si me enamorara, sólo si pudiera tener un trabajo mejor, sólo si pudiera comprarme una casa, sólo si me reconocieran mis logros”…, entonces, realmente me sentiría en paz conmigo mismo.
La autoestima, cuando está condicionada al éxito, a los logros o a la aceptación de los demás no es una verdadera autoestima. Es natural querer mejorar y superar las propias dificultades, pero no como algo indispensable para sentirnos bien con nosotros mismos.