Había una vez un león que se había criado en un rebaño de ovejas y no tenía conciencia de que era león. No sabía que era león. Balaba como las ovejas y pastaba como las ovejas.
Un día que el rebaño pasaba cerca de una selva espesa, un gran león saltó de entre la espesura soltando un gran rugido y cayó entre el rebaño.
Todas las ovejas se dispersaron y huyeron. Imaginaros la sorpresa que se llevó el león de la selva cuando vio a aquel otro león entre las ovejas.
Se puso a perseguirlo y cuando lo alcanzó, el león del rebaño se echó a temblar ante el rey de la selva. Y el león de la selva le preguntó: ¿Qué haces tú aquí? Y el león del rebaño dijo: Ten piedad de mí. No me devores.
El rey de la selva se lo llevó consigo, diciéndole: acompáñame. Lo llevó hasta un lago y le dijo: Mira. Y el león que se creía oveja miró su reflejo y se vio a sí mismo por primera vez. Miró después al león de la selva, volvió a mirarse reflejado en el agua y soltó un sonoro rugido.
Con la ayuda externa del león, la oveja ya no volvió a ser oveja nunca más.